22 mayo 2008

Carril-Peatón

La Real Academia Española define “Acera” como “Orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas, destinada para el tránsito de la gente que va a píe”.

La Larousse nos dice que “Acera” es “El Pavimento o espacio más elevado que la calzada, a ambos lados de la calle, reservado para los peatones”.

Wikipedia, en Internet, nos muestra la “Acera”, como “un camino para peatones que se sitúa en los costados de una calle”. Completa la descripción diciendo que “En la mayoría de los países occidentales existen leyes que fomentan la remoción de las llamadas barreras de infraestructura, con el objeto de reducir las dificultades de los discapacitados, y dichas políticas hacen especial hincapié a las aceras”.

En Valencia, rompemos todas las definiciones. Con la anuencia, o la vista gorda, del Ayuntamiento, podríamos decir sin exagerar, que aquí la acera es el espacio bacheado o relucientemente resbaloso, que comparte el peatón con motos aparcadas, o en imprudente movimiento, ciclistas y bicicletas culebreando entre los resignados caminantes, patinadores exhibiendo habilidades, mierdas (sin eufemismos) de perros, trapas fulleras, rotas y peligrosas, contenedores desbordados por toda clase de objetos, anclajes de andamios recientes y olvidados, vallas en uso y en espera de destino, fruterías, verdulerías, pirulos con el único fin de ser soporte de propaganda, kioscos que nunca fueron, pantallas publicitarias, sillas, mesas, parasoles, carteles de menús, píes versallescos de farolas, postes con alguna vieja bicicleta encadenada, más postes, marquesinas, de variados modelos, de la EMT, más sillas y más mesas, y algunas veces un carril-bici de puro adorno. Y seguro que me dejo olvidados en el teclado algunos trastos más. Las aceras, sin importar su anchura, desastrosos almacenes.

Dejamos a la utopía del futuro lo de los corredores verdes y todo eso, sólo queremos aceras para caminar. Un carril-peatón en el que no tengamos que estar pendientes de que un inexperto ciclista nos vaya a dar un zurriagazo a traición, en el que el próximo paso de peatones no vaya a ser utilizado por un motero para atajar entre calle y calle, en el que no tengamos que sortear mesas y sillas como sintiéndonos culpables de entorpecerle a alguien el negocio.

FMC 20 Mayo 2008

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