24 junio 2007

casi duelo nacional

Menuda semana que hemos pasado. Nosotros los valencianos, tan tranquilos, felices en la luna, meciéndonos entre Veles y Vents. Preocupados tan solo, por las desventuras del jabalí perdido en los alrededores del Cementerio Municipal.

Nosotros impasibles, mientras la malaventura flotaba sobre la Meseta castellana. A Jonás, jugador del Mallorca, no se le ocurrió otra cosa que metérle un gol al Royal Madriz. Nunca pudo imaginar Jonás lo que estuvo a punto de provocar, si lo llega a pensar, hubiera deseado ser tragado otra vez por la ballena.

A un tris se estuvo de que se reuniera el Gabinete de Crisis, a mucho menos de que se declarasen estos días por los que transitamos como la Semana de Luto Estatal, las banderas a punto de izarse a media asta, los comentaristas de “El Rondo”, programa de la televisión que pagamos todos los españoles aunque ellos, los charlistas, se empeñen cada domingo en hacer y decir lo contrario, desencajados, en la antesala de la UCI, las lágrimas desbordándose por la Castellana, las agencias de viaje recibiendo cancelaciones de vacaciones en las Baleares, las elecciones generales anticipadas, los pilotos de Iberia temiendo por sus puestos de trabajo, la Cibeles compuesta y sin novio, en fin un auténtico dramón sobrevolando el suelo patrio.

Menos mal que solo duró una hora. No se hubiera podido resistir tanta tensión, tanto sufrimiento. Uno de los trabajadores inmigrantes, no solo van a ser inmigrantes los que duermen debajo de los puentes del Turia, que tiene contratado el Madriz, devolvió la calma a medio País, mientras el otro medio apagaba la tele.

Después del enorme susto, las aguas volvieron a su cauce, los comentaristas forofos de El Rondo, repito, programa pagado con los impuestos de todos los españoles, salieron de la UCI vitaminados. Todo volvió a la normalidad, como siempre se despreció al resto de los equipos que participan en un Campeonato en el que parece que solo lo hicieran dos, el Madriz y el Barça, el ying y el yang.

Esto no tiene remedio. Las parrafadas que nos soltarán durante la Liga próxima aun serán mucho peores. Menos mal que siempre tendremos a mano el salvador mando a distancia.

Y la Copa del América aquí mismo, ignorada por los medios nacionales.

Fernando Martínez Castellano 19 Junio 2007

Publicado en Las Provincias 22 Junio 2007

nacional 340

Despertamos curiosidad. ¿Qué pasa por ahí? Se preguntan. De ser una ciudad discreta, ignorada, hemos pasado a ser una capital con vocación de representar a la España que dejó atrás peineta y pandereta. De creer aquello de que el buen paño en el arca se vende, a promocionarnos a los cuatro vientos, rompiendo tópicos y salvando la barrera de la incomunicación. Porque vamos a decirlo bien alto, hay que tener ganas, hay que confiar mucho en la meta, para emprender el camino para llegar a Valencia. Esto no va con el rollo del victimismo, ni historias semejantes. Los hechos son los hechos, y ahí están. Las malas carreteras, los lentos ferrocarriles, las caras autopistas, no son asuntos recurrentes para columnas o tertulias, son realidades que muchos tienen que padecer con frecuencia, con la frecuencia con que tengan que moverse partiendo o llegando a Valencia desde muchos puntos de España o de Europa.

Les cuento, la semana pasada, dos amigos míos, Santi Molina y Luís Gil, al que le pasa de todo o lo charra todo, tuvieron que ir a Barcelona, cosas de familia, en automóvil. Creían que disponían de todo el tiempo del mundo, tenían un margen de seis horas hasta la hora de la cita, tiempo más que suficiente para recorrer la distancia, en kilómetros, que separa a la segunda y tercera capitales de España. El día era agradable, no hay que correr, hay que ahorrar energía, y allá que Santi y Luís optaron por utilizar la Carretera Nacional que une y separa a Valencia de Barcelona, carretera dependiente del Ministerio de Fomento. Metida de pata total. Es una vergüenza que todavía a ese conjunto de calles mayores bacheadas, bosques de semáforos, paso de peatones hacia las playas, repito es una vergüenza que todavía siga manteniendo el nombre de Carretera Nacional. Es una indecencia que no quepa otra alternativa que pagar los peajes más caros de Europa. Es una afrenta que el recorrido entre Valencia y Barcelona, aun sea el permanente recuerdo de la España del Seiscientos. Santi y Luís llegaron justos a la cita.

Al regreso, tuvieron que escurrirse el bolsillo, como miles y miles de usuarios, para transitar por una vieja autopista, que deja bastante que desear en la relación de calidad, vigilancia y precios.

Fernando Martínez Castellano 12 Junio 2007

Publicado en Las Provincias 15 Junio 2007

08 junio 2007

los neotrileros

Algunos amigos hemos llegado a la conclusión de que Luís Gil, él dice que sin querer, se mete en todos los charcos habidos y por haber, como si le salieran al paso. Hace un par de meses le llegó, al buzón de toda la vida, ese que de cuando en cuando destripa un vecinito, un catálogo de relojes, todo apariencia con una colección, que recordaba a todas esas máquinas que nos tientan desde las páginas de los suplementos dominicales. La oferta, sin decirlo era de imitaciones, muy bien presentadas en la publicidad, pero imitaciones. Luís y su vanidad picaron, ni corto, ni perezoso, se pidió un reloj-plagio, igualito por fuera, que aquellos auténticos, de correa negra de caucho, que llevaba Zaplana en sus tiempos imperiales, en los tiempos en los que, los cargos públicos que ahora lo niegan, le ponían la alfombra roja hasta los lindes mismos de los secarrales recién recalificados.

Sigo, al cabo de unos días, un mensajero le entregó a Luís, previo pago, una caja soberbiamente envuelta, allí recogido entre algodones, estaba el peluco que había soñado, negro y acero.

Aquella misma tarde se lo plantó en la muñeca. Como quien no quiere, se arremangó las mangas. En la tertulia manoteó aun más de lo que en él era habitual. Tenía que lucirlo, dar el golpe. Todo bien hasta que Carlos levantó la ceja y le dijo “tu reloj retrasa”. No es que se atrasaba, es que estaba atrancado. Veinte minutos faltaban para las cinco. Ni seis horas le había durado “la maquinaria japonesa de extraordinaria precisión”. Escribió y reclamó. La respuesta que le dieron sencillamente para enmarcarla. “No nos haga perder más tiempo el reloj solo le ha costado cincuenta cochinos euros, ¿qué esperaba?”.

Luís se siente embaucado, engañado y timado por haber mordido el anzuelo de los colorines, pero él sigue con el reloj en su brazo izquierdo marcando las cuatro cuarenta. El reloj de Luís no es el único que por aquí, está fuera de horas. Ahora Luís, camina por la calle observando el amor de los valencianos por la fachada, los bolsos falsos, el botox, los implantes, los escotes imposibles, con razón dicen las estadísticas que somos campeones de Europa en eso de los retoques dermoestéticos. ¿Insatisfechos, coquetos, o tontos del haba?

Fernando Martínez Castellano 5 Junio 2007
Publicado en Las Provincias 8 Junio 2007
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