30 abril 2006

QUIERE

Los sobresaltos, como las penas no son buenos, te dejan el corazón hecho jirones. La palabra “sobresalto” en si, ya intimida, ya suena a algo roto. Si además el sobresalto se produce en estos tiempos que tenemos prendidos con alfileres, el estremecimiento está asegurado. Y una sacudida ha recorrido esta España, camisa blanca de nuestra esperanza, de arriba abajo, en las vísperas de San Vicente. ¡Ya lo decía yo!, dijeron los más escarmentados, ¡En todas partes hay incontrolados!, pensaron los más confiados.
Altea, que tantas veces lloró en los tristes días de Ermua, en los asesinatos de Manuel Broseta, de Ernest Lluch, en la salvajada de Hipercor, en el ataque al Cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, en decenas de muertes, de amputaciones sin ton ni son, me subrayó un artículo que había leído, semanas atrás, a Carmen Rigalt, decía “Las dos palabras que más se han repetido estos días han sido confiar y desconfiar. Nadie me obliga a elegir una, pero yo la elijo. Quiero confiar”.
Me decía Altea, que ella tampoco consideraba que tenía que elegir, ni hacer mil veces autos de fe, ni construir moldes de acero y cemento. Quiere fiarse de los políticos que nos representan, aunque a algunos ni les haya votado, ni les vote nunca. Son cosas suyas, cosas de cada uno.
Altea, como millones de españoles, como casi todos los españoles deberíamos de decir, quiere que todo salga bien. Quiere que nadie se sienta ni olvidado ni aun más victima. Ella, que ha sufrido lo suyo, sabe que es más difícil olvidar que perdonar, por eso confía en que sin olvidar, las victimas, los hijos de las victimas, hagan otro sacrificio de aun más generosidad.
Quiere no volver a poner ningún vela frente al Ayuntamiento, maldiciendo el terror entre dientes. Quiere que nadie trunque la esperanza de un pueblo que quiere creer que es posible vivir en Paz. Quiere volver a recorrer los valles, los caminos que rompen los verdes, los densos bosques, los caseríos, los acantilados al borde del Cantábrico. Quiere que el chirimiri le vuelva a dar en la cara. Quiere pasear por el Casco Viejo sin notar miradas de desconfianza. Quiere sentir una tierra hermosa tan suya como la del Mediterráneo. Quiere que la confianza remplace lo temeroso.
Fernando Martínez Castellano 25 Abril 2006
Publicado en Las Provincias 28 Abril 2006

21 abril 2006

LA COSA MAS NATURAL

Hubo quien rebuscó en Internet para saber donde y cómo podía conseguir vacunas para salvaguardar su casa de la terrible pandemia que se avecinaba. Las gripes aviares ocuparon los espacios de las vacas locas. Aterradores profetas pronosticando que la nueva Peste Negra arrasaría Europa como en el Medievo.
El pánico a presión, contraste de la casi indiferencia ante la muerte real, pues aunque se titulen y retitulen las espeluznantes cifras de fallecidos que han producido las escapadas de Abril, dentro de nada, serán nada, solo un record que, malditamente, se superará en el próximo largo puente.
3329 muertos en 2005. 108 muertos en Semana Santa del 2006. 60 heridos graves. Se desconocen los brazos y piernas amputadas, los ojos vaciados.
Desde la Dirección General de Tráfico se han lanzado campañas duras, menos duras, hasta blandas. Se sigue circulando a velocidades de vértigo. Las carreteras han mejorado, pero parece que las mejoras solo hayan servido para aumentar la velocidad. Si los rádares se instalan para controlar locuras, se dice que hay mucho afán recaudatorio.
Todo es darle excusas para eludir unas normas que solo pretenden que exista un poco de cordura. El 48% de los muertos no llevaba puesto el cinturón de seguridad. El 75% de los muertos en accidentes de moto no llevaban casco.
Muchos más coches, dicen que más seguros, pero esta seguridad añadida se va a hacer puñetas ante la enorme inmadurez de los conductores.
Mientras desde la DGT se habla de prudencia, desde la publicidad de los automóviles se nos cuela la velocidad, la potencia de unos motores desbocados.
Las estúpidas muertes en las carreteras, afectan a toda la sociedad española. Van más allá de los gobiernos del PP, del PSOE. Esto es cuestión de los individuos, es el factor humano, es el error humano, es la soberbia humana la que hace creer que se controla la máquina, el alcohol, la lluvia, el sueño.
Lo que aun es más triste, es que casi consideremos como lo más natural, el que en el espacio de tiempo que transcurra entre el momento en que estoy escribiendo estas líneas y el instante en que usted haga el favor de leerlas, veinte, treinta necias muertes más, se habrán producido en las carreteras españolas.
Fernando Martínez Castellano 19 Abril 2006
Publicado en Las Provincias 21 Abril 2006

18 abril 2006

ADEMAS HORTERAS

¿Seguimos con lo de Marbella?. Pues si, seguimos, antes de que el chaparrón de nuevas noticias lo entierre y solo vuelva a salir cuando dentro de nueve meses se haga repaso de lo más pintoresco del año. Marbella como el espejo en el que tenemos que mirar y ver lo que no queremos que suceda en ningún Ayuntamiento español. Sea en Málaga, como si es en Ávila, en Bilbao o en Girona, y aun mucho menos aquí al lado, en cualquier Municipio de la Comunitat Valenciana. Tan próxima la Administración a los ciudadanos, que como tales no queremos que nos la envuelva la niebla. Si negras son las nubes de la corrupción no se quedan atrás las tentaciones del nepotismo. Porque de paso, vamos a decir que hay quien considera una alcaldía como el nacimiento de una dinastía. La experiencia, después de casi tres décadas de democracia, debería de haber hecho saber a algunos que la vara de mando municipal, se gana mediante las oportunas elecciones. Lo de heredar los cargos, queda como muy bananero.
Tras el destape del pastelazo marbellí, a los señalados como “presuntos” corruptos habría que añadirles el afirmar rotundamente que son un tajo de berlusconianos horteras, sin ”supuestos”, unos gárrulos. Ha sido la prueba de la relación existente entre el enriquecimiento-expres y la acumulación de toda clase de objetos comprados al peso en Christies, Portobello y el rastro de Mestalla.
Si asombra tanta chabacanería, tanta naturaleza disecada, tanta afición a los aviones privados, aun asombra más la ausencia de organismos, autonómicos o estatales, que observen con algo más que curiosidad, los exagerados y misteriosos incrementos patrimonios que brotaron desde la nada. La vulgaridad no es un pecado, el que se esté mirando hacia otro lado, si.
Y sigue sorprendiendo aún más, esa pasividad de la Administración, cuando resulta que se está haciendo una continua escandalosa exhibición de los productos, muebles e inmuebles, conseguidos a través de tanto enjuague.
Que a la política ha acudido mucho espabilado para enriquecerse, está claro. Pero aun es más la necesidad que tiene la sociedad de dotarse de defensas para que a tanto caimán, la cosa ni les salga tan fácil, ni aun mucho menos les resulte gratis.
Fernando Martínez Castellano 11 Abril 2006
Publicado en Las Provincias 17 Abril 2006

07 abril 2006

LAS MARBELLAS

Aunque parezca una simpleza decir ¡Ya se veía venir!, lo repito, ¡Desde hace muchos años ya se veía venir!. Estaba muy cantado de que algo gordo iba a suceder. Las tracas de despropósitos, de atropellos a cualquier legalidad, ha sido tan evidentes a lo largo de tantos años, que hasta se han llegado a hacer magníficas películas, La Caja 507, mostrando la puntita de la enorme montaña de mierda que representa el “urbanismo” en la Costa del Sol. La intervención judicial en Marbella ya hace años que se exigía-esperaba-necesitaba.
Allí debería de haber intervenido hasta el 7º de Caballería. Cuando desaparecieron expedientes en un juzgado marbellí, expedientes que alcanzaban los diecisiete metros de altura, aquello nunca se pudo sacar bajo del brazo, aquello fue muy gordo. Cuando Jesús Gil estuvo a un tris de nombrar primer teniente de alcalde a su caballo Imperioso. Cuando el fallecido orondo alcalde, para tapar la boca de un periodista madrileño, recalificó una zona verde para que el “incisivo” locutor se construyese una casita de nueve alturas. Cuando tras extraños incendios, se retiraron y aparecieron ladrillos. Solo eran minucias.
Nos asombramos cuando se descubrió, vía prensa rosa, la enorme fortuna acumulada en ocho años por el camarero Muñoz en su paso por la política marbellí. Aquellos millones y millones de euros, nunca podían haber salido del sueldo de concejal o de alcalde. Y la cosa sigue tan tranquila, con el bigotudo señor llenando aun espacios rosaceos.
Son tan grandes las certezas de que algo huele a podrido ante tanto enriquecimiento por la vía ultrarrápida-paranormal, tan evidentes, que nadie hace nada. Pero ¡ojo!, que no solo estamos hablando de Marbella, de los pueblos de la Costa del Sol, muchas otras “marbellas” las podemos encontrar bastante más cercanas a nosotros. En las costas y en los secanos. Y no reacciona nadie, puestos a mirar hacia otro lado, hasta lo hace el electorado que parece incapaz de apelar al voto de castigo.
Marbella, el reflejo de la gran corrupción que sospechosamente revolotea sobre esa desaforada concesión de licencias de construcción con la excusa de la financiación municipal. Planes públicos, bolsillos privados. Cuando caen, no caen solos.
Fernando Martínez Castellano 30 Marzo 2006
Publicado en Las Provincias el 7 Abril 2006
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