¿Seguimos con lo de Marbella?. Pues si, seguimos, antes de que el chaparrón de nuevas noticias lo entierre y solo vuelva a salir cuando dentro de nueve meses se haga repaso de lo más pintoresco del año. Marbella como el espejo en el que tenemos que mirar y ver lo que no queremos que suceda en ningún Ayuntamiento español. Sea en Málaga, como si es en Ávila, en Bilbao o en Girona, y aun mucho menos aquí al lado, en cualquier Municipio de la Comunitat Valenciana. Tan próxima la Administración a los ciudadanos, que como tales no queremos que nos la envuelva la niebla. Si negras son las nubes de la corrupción no se quedan atrás las tentaciones del nepotismo. Porque de paso, vamos a decir que hay quien considera una alcaldía como el nacimiento de una dinastía. La experiencia, después de casi tres décadas de democracia, debería de haber hecho saber a algunos que la vara de mando municipal, se gana mediante las oportunas elecciones. Lo de heredar los cargos, queda como muy bananero.
Tras el destape del pastelazo marbellí, a los señalados como “presuntos” corruptos habría que añadirles el afirmar rotundamente que son un tajo de berlusconianos horteras, sin ”supuestos”, unos gárrulos. Ha sido la prueba de la relación existente entre el enriquecimiento-expres y la acumulación de toda clase de objetos comprados al peso en Christies, Portobello y el rastro de Mestalla.
Si asombra tanta chabacanería, tanta naturaleza disecada, tanta afición a los aviones privados, aun asombra más la ausencia de organismos, autonómicos o estatales, que observen con algo más que curiosidad, los exagerados y misteriosos incrementos patrimonios que brotaron desde la nada. La vulgaridad no es un pecado, el que se esté mirando hacia otro lado, si.
Y sigue sorprendiendo aún más, esa pasividad de la Administración, cuando resulta que se está haciendo una continua escandalosa exhibición de los productos, muebles e inmuebles, conseguidos a través de tanto enjuague.
Que a la política ha acudido mucho espabilado para enriquecerse, está claro. Pero aun es más la necesidad que tiene la sociedad de dotarse de defensas para que a tanto caimán, la cosa ni les salga tan fácil, ni aun mucho menos les resulte gratis.
Fernando Martínez Castellano 11 Abril 2006
Tras el destape del pastelazo marbellí, a los señalados como “presuntos” corruptos habría que añadirles el afirmar rotundamente que son un tajo de berlusconianos horteras, sin ”supuestos”, unos gárrulos. Ha sido la prueba de la relación existente entre el enriquecimiento-expres y la acumulación de toda clase de objetos comprados al peso en Christies, Portobello y el rastro de Mestalla.
Si asombra tanta chabacanería, tanta naturaleza disecada, tanta afición a los aviones privados, aun asombra más la ausencia de organismos, autonómicos o estatales, que observen con algo más que curiosidad, los exagerados y misteriosos incrementos patrimonios que brotaron desde la nada. La vulgaridad no es un pecado, el que se esté mirando hacia otro lado, si.
Y sigue sorprendiendo aún más, esa pasividad de la Administración, cuando resulta que se está haciendo una continua escandalosa exhibición de los productos, muebles e inmuebles, conseguidos a través de tanto enjuague.
Que a la política ha acudido mucho espabilado para enriquecerse, está claro. Pero aun es más la necesidad que tiene la sociedad de dotarse de defensas para que a tanto caimán, la cosa ni les salga tan fácil, ni aun mucho menos les resulte gratis.
Fernando Martínez Castellano 11 Abril 2006
Publicado en Las Provincias 17 Abril 2006
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