Aunque parezca una simpleza decir ¡Ya se veía venir!, lo repito, ¡Desde hace muchos años ya se veía venir!. Estaba muy cantado de que algo gordo iba a suceder. Las tracas de despropósitos, de atropellos a cualquier legalidad, ha sido tan evidentes a lo largo de tantos años, que hasta se han llegado a hacer magníficas películas, La Caja 507, mostrando la puntita de la enorme montaña de mierda que representa el “urbanismo” en la Costa del Sol. La intervención judicial en Marbella ya hace años que se exigía-esperaba-necesitaba.
Allí debería de haber intervenido hasta el 7º de Caballería. Cuando desaparecieron expedientes en un juzgado marbellí, expedientes que alcanzaban los diecisiete metros de altura, aquello nunca se pudo sacar bajo del brazo, aquello fue muy gordo. Cuando Jesús Gil estuvo a un tris de nombrar primer teniente de alcalde a su caballo Imperioso. Cuando el fallecido orondo alcalde, para tapar la boca de un periodista madrileño, recalificó una zona verde para que el “incisivo” locutor se construyese una casita de nueve alturas. Cuando tras extraños incendios, se retiraron y aparecieron ladrillos. Solo eran minucias.
Nos asombramos cuando se descubrió, vía prensa rosa, la enorme fortuna acumulada en ocho años por el camarero Muñoz en su paso por la política marbellí. Aquellos millones y millones de euros, nunca podían haber salido del sueldo de concejal o de alcalde. Y la cosa sigue tan tranquila, con el bigotudo señor llenando aun espacios rosaceos.
Son tan grandes las certezas de que algo huele a podrido ante tanto enriquecimiento por la vía ultrarrápida-paranormal, tan evidentes, que nadie hace nada. Pero ¡ojo!, que no solo estamos hablando de Marbella, de los pueblos de la Costa del Sol, muchas otras “marbellas” las podemos encontrar bastante más cercanas a nosotros. En las costas y en los secanos. Y no reacciona nadie, puestos a mirar hacia otro lado, hasta lo hace el electorado que parece incapaz de apelar al voto de castigo.
Marbella, el reflejo de la gran corrupción que sospechosamente revolotea sobre esa desaforada concesión de licencias de construcción con la excusa de la financiación municipal. Planes públicos, bolsillos privados. Cuando caen, no caen solos.
Fernando Martínez Castellano 30 Marzo 2006
Allí debería de haber intervenido hasta el 7º de Caballería. Cuando desaparecieron expedientes en un juzgado marbellí, expedientes que alcanzaban los diecisiete metros de altura, aquello nunca se pudo sacar bajo del brazo, aquello fue muy gordo. Cuando Jesús Gil estuvo a un tris de nombrar primer teniente de alcalde a su caballo Imperioso. Cuando el fallecido orondo alcalde, para tapar la boca de un periodista madrileño, recalificó una zona verde para que el “incisivo” locutor se construyese una casita de nueve alturas. Cuando tras extraños incendios, se retiraron y aparecieron ladrillos. Solo eran minucias.
Nos asombramos cuando se descubrió, vía prensa rosa, la enorme fortuna acumulada en ocho años por el camarero Muñoz en su paso por la política marbellí. Aquellos millones y millones de euros, nunca podían haber salido del sueldo de concejal o de alcalde. Y la cosa sigue tan tranquila, con el bigotudo señor llenando aun espacios rosaceos.
Son tan grandes las certezas de que algo huele a podrido ante tanto enriquecimiento por la vía ultrarrápida-paranormal, tan evidentes, que nadie hace nada. Pero ¡ojo!, que no solo estamos hablando de Marbella, de los pueblos de la Costa del Sol, muchas otras “marbellas” las podemos encontrar bastante más cercanas a nosotros. En las costas y en los secanos. Y no reacciona nadie, puestos a mirar hacia otro lado, hasta lo hace el electorado que parece incapaz de apelar al voto de castigo.
Marbella, el reflejo de la gran corrupción que sospechosamente revolotea sobre esa desaforada concesión de licencias de construcción con la excusa de la financiación municipal. Planes públicos, bolsillos privados. Cuando caen, no caen solos.
Fernando Martínez Castellano 30 Marzo 2006
Publicado en Las Provincias el 7 Abril 2006
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