Si un día de estos le dejan, a lo mejor, Francisco Camps ejercerá de President del Consell. Lo curioso, por no decir lamentable, es que los que más obstáculos le está poniendo para que no haga tal ejercicio, es una porción del partido que también preside. Su partido a veces demasiado partido.
Decena arriba, decena abajo, son seiscientas las mañanas que Francisco Camps se levanta de la cama como President del Consell. Valdría la pena recontar cuantos días no ha tenido que hacer de bombero dentro de su partido, cuantos días no ha tenido que apaciguar “nerviosets”, en el norte, centro y sur de
Como reconocía un destacado militante popular, “somos tan grandes, que somos hasta nuestra oposición”. Es cierto. El merito del desgaste que sufre el poliédrico Partido Popular, hay que atribuírselo a ellos mismos en un continuado empeño a medio camino entre el canibalismo y el harakiri, entre la caza de brujas y el invento de Joseph Guillotine, entre el irresponsable gallinero y el erróneo convencimiento de que su electorado es ciego, sordo e inamovible. Hasta los dardos con las etiquetas de “catalanista”, que hasta ahora estaban destinados a los pesepeveros, lanzados desde el sector “marineros de secano”, la mas inmovilista de las sensibilidades populares, se han revuelto contra aquellos dirigentes que apoyan a Francisco Camps.
Joan Ignasi Pla, tranquilo, callado, mirando el calendario, a la espera de recoger la cosecha. Otros, que agitan la bandera del miedo de que él, J. I. Pla, llegará en el 2007, otros le están haciendo la faena de despeje y deslustre, aun mejor que los suyos los estrategas de Blanquerías.
Fernando Martínez Castellano 22 Febrero 2005
Publicado en Las Provincias