22 febrero 2005

contar los días

Si un día de estos le dejan, a lo mejor, Francisco Camps ejercerá de President del Consell. Lo curioso, por no decir lamentable, es que los que más obstáculos le está poniendo para que no haga tal ejercicio, es una porción del partido que también preside. Su partido a veces demasiado partido.

Decena arriba, decena abajo, son seiscientas las mañanas que Francisco Camps se levanta de la cama como President del Consell. Valdría la pena recontar cuantos días no ha tenido que hacer de bombero dentro de su partido, cuantos días no ha tenido que apaciguar “nerviosets”, en el norte, centro y sur de la Comunidad, que manejan el provincialismo como arma “ante el poder centralista valenciano”, cuantos días se ha tenido que dedicar a sortear las “pedradas” que le lanzaban desde los medios teóricamente afectos, cuantos días se ha tenido que guarecer del fuego amigo, cuantos días ha tenido que soportar los chantajes, desde sus propias filas, oyendo amenazas del estilo “a que rompo la baraja, me voy al grupo mixto y te quedas en minoría”. Valdría la pena contar los días. Valdría la pena, contar “los sapos amigos” que se ha tenido que tragar el actual President del Consell.

Como reconocía un destacado militante popular, “somos tan grandes, que somos hasta nuestra oposición”. Es cierto. El merito del desgaste que sufre el poliédrico Partido Popular, hay que atribuírselo a ellos mismos en un continuado empeño a medio camino entre el canibalismo y el harakiri, entre la caza de brujas y el invento de Joseph Guillotine, entre el irresponsable gallinero y el erróneo convencimiento de que su electorado es ciego, sordo e inamovible. Hasta los dardos con las etiquetas de “catalanista”, que hasta ahora estaban destinados a los pesepeveros, lanzados desde el sector “marineros de secano”, la mas inmovilista de las sensibilidades populares, se han revuelto contra aquellos dirigentes que apoyan a Francisco Camps.

Joan Ignasi Pla, tranquilo, callado, mirando el calendario, a la espera de recoger la cosecha. Otros, que agitan la bandera del miedo de que él, J. I. Pla, llegará en el 2007, otros le están haciendo la faena de despeje y deslustre, aun mejor que los suyos los estrategas de Blanquerías.

Fernando Martínez Castellano 22 Febrero 2005

Publicado en Las Provincias


01 febrero 2005

un aeropuerto para mañana

¿Tiene Valencia, toda su área de influencia, un aeropuerto en consonancia con sus necesidades y aspiraciones?. La respuesta es rotunda, “No”. Pese a las eternas reformas que se vienen sucediendo en la Terminal, sigue siendo pequeña e incómoda para los pasajeros. Un piso de sesenta metros, siempre será de sesenta metros aunque muevas los tabiques. Todas las promesas, cada año nos obsequian con un par de ellas, todas las obras que se han realizado, han sido para solucionar problemas de ayer, el futuro no llega más allá de cien días. Las pistas de Manises, que están entre las más cortas de los aeropuertos españoles, tienen muchas restricciones para recibir o despedir a las grandes aeronaves. Ni los vuelos transoceánicos, ni el Airbus 380, caben, ni cabrán, en un aeropuerto tan encajonado, su crecimiento es limitado, cualquier ampliación solo será un remiendo sin mañana, insuficiente antes de haberse proyectado y por supuesto finalizado.

Pero la gran pregunta, la que los cursis dicen “la pregunta del millón”, debe de girar alrededor de mantener o no, la actual ubicación del Aeropuerto de Valencia. Está claro que las instalaciones de Manises no las puedes cambiar de sitio con la facilidad con que mueves un sillón o una estantería, pero hay que pensar en ello. Hay que ir estudiando el nuevo emplazamiento para un aeropuerto digno de la tercera capital de España, eso sí, respetando su entorno, y los núcleos de población próximos.

Las presiones y exigencias del Consell, Diputaciones, Ayuntamientos, Cámaras y todo el que se apunte, ante el Ministerio de Fomento y el gobierno Central, deberían de haber ido encaminadas, desde hace muchos años, más por el traslado que por el crecimiento imposible, incluso cuando Álvarez Cascos se encabotó en el faraónico Aeropuerto de Barajas olvidando los demás, mientras por aquí, como decía el otro día Puche, nadie abría los labios. Si no se llega, como no se llegará al 2007, ¡ahora que se le va a hacer!, pero pensemos, sin resignarnos, un poco más allá, ni la vida, ni Valencia, ni su industria hotelera, ni sus Ferias, ni sus Museos, ni su Ciudad de las Artes, ni sus Fallas, cerraran sus puertas cuando finalice la última regata.

fernando martinez castellano 1 Febrero 2005

Publicado en Las Provincias

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