26 junio 2010

Las Vuvucelas

Sea cual sea el final del Mundial de Fútbol, se lleve la Copa el equipo que mejor juegue o al que más manos le echen los árbitros, del Sudáfrica 2010, va a salir un vencedor por encima de todos: la estridencia de las vuvucelas. ¡Vaya si hay pulmones por aquellas tierras!.
Las vuvucelas son como las trompetas que anunciarán el Apocalipsis, un día de estos, pero en plástico. Dicen que su sonido es similar al barritar de los elefantes, dado que no suelo ir de safaris fotográficos, y menos de los otros, voy a aceptar la conclusión de los expertos. Lo aun más cierto es que los que hemos visto algunos partidos de este Mundial, vía tele claro, hemos acabado hasta el moño del fondo musical, de bramidos, berridos, barritados, que ha acompañado a cada transmisión. ¡Y para esto los hay que se compraron teles con sonido en 3D, altavoces laterales, sensoround y otros artilugios! Se acabará Junio y aun continuará el desagradable chirrido rechinando en los oídos. ¡Con lo que Junio nos ha quitado!
Lo bueno, es que algunas veces las vuvucelas, nos han evitado escuchar con claridad a narradores y a comentaristas, incluida la famosa entrevistadora, rebozándose en un triunfalismo que no ha conducido a nada, a la nada de las nadas.
Lo malo, lo peor, es que todo se contagia, cosas de la globalización, y en estos momentos centenares de contenedores abarrotados de vuvucelas, made in China, demasiado baratas las puñeteras, se están dirigiendo hacia los puertos españoles con el objetivo de invadir los recintos deportivos hispanos.
Si los próximos meses ya pintan pésimos, si laboralmente vamos hacia unos otoños y unos inviernos calentitos, si los bolsillos seguirán secos, añádanle a esto la insoportable excitación de las vuvucelas.
Y eso que un trompetazo, uno solo, no vendría nada mal que se les diese cada mañana a todos y cada uno de los personajes, que en este paciente País, se dedican a gobernar y a hacer oposición. Un vuvucelazo para mantenerlos despiertos, activos, y no tan pasivos como parecen encontrarse, unos hacia su trágica derrota y otros en la cómoda victoria que se prometen.
Publicado en Las Provincias 26 Junio 2010

19 junio 2010

La Palestina

Estamos entrando, hay quien opina que ya hace mucho tiempo que pasamos el umbral, en una etapa en la que todo, absolutamente todo, incluyendo la lista de familiares en las esquelas, lo tienes que leer un par de veces. La primera para medio enterarte, la segunda para examinar entre líneas y entrecomillados e incluso llegar a una tercera para recomponer el puzzle que tienes delante de ti.
Debo de ser bastante cortito, bastante más de lo que me suponía Altea, porque por más vueltas que le doy, no acabo de entender como se puede ver desde el ángulo del optimismo, del triunfalismo, de las valientes y buenas decisiones, la absorción, aquí pongan los sinónimos que se les ocurran, de Bancaja por Caja Madrid y la marcha a no se sabe de la CAM. De como hemos pasado de ser “la locomotora de España”, a ser un tren, y tomo el símil de Tur, un amigo, como el de los Hermanos Marx en el Oeste, que al grito de ¡más madera!, se le destrozaron los vagones para alimentar el renqueante avance de la locomotora, o como aquel otro que vendió el coche para comprar gasolina. Valencia, inmutable y vana.
Y estaba en esto del misterio, de las revueltas, de querer convertir un fracaso, una ineptitud, una incapacidad en un triunfo, en una estratégica jugada, en una exhibición de poder, estaba en ello, como decía Aznar, cuando he visto a Cospedal disfrazada con un kuffiyya, el pañuelo palestino, con todas las trazas de haber sido comprado en los Complementos de Moda de El Corte Inglés, proclamando que el PP es el partido de los trabajadores.
Ante un gobierno y un presidente desgastados hasta el final del horizonte, tampoco es preciso subirse, aupados en el éxito de las encuestas, al carro de la demagogia más simple. La demagogia, el ir a favor de la corriente solo con fines electoralistas, lo único que nos puede traer en un futuro no lejano, son aun mayores desengaños de los que ahora de sufren. Ya va siendo el momento, en el que el PP descubra sus propuestas de cambio. Propuestas con los pies en el suelo, para que el personal sepa a que atenerse y calcule si lo que le espera será o no, aun más negro.
fmc
Publicado en Las Provincias 19 Junio 2010

11 junio 2010

Kirigami

Para que luego digan que Internet solo sirve para perder el tiempo. Me acabo de enterar, gracias a Google, que la habilidad de recortar papel con unas tijeras se llama “kirigami”. Y antes de avanzar sobre el teclado del ordenador, antes de conocer la palabra japonesa, ¿cómo llamábamos a lo que hacíamos con los recortables?. Ya hace tantos años, que ni me acuerdo, que con un papel, unas tijeras y un poco de pegamento, convertía lo plano en figuras. Creábamos campamentos del 7º de caballería, construíamos urbanizaciones mucho antes que viniesen las burbujas, los booms y las caídas en picado. Con imaginación, que en aquellos duros años nos sobraba y unas hojas de papel barba, nos creíamos los amos del Mundo, por entonces el Universo no llegaba más allá de Plutón, y la Galaxia aún no la había inventado Florentino y tampoco la prensa de Madrid.
Nada se acaba de marchar, todo vuelve y vuelve a volver.
Ahora mismo, a los críos los estamos volviendo a ver lanzando peonzas, ya no son aquellas de madera y la punta de clavo, son de plástico, de todos los colores, como platillos volantes silbantes, pero peonzas girando. Las niñas, pese al Ministerio de Igualdad, han resucitado, si alguna vez murió, el sambori. El colmo, es que he visto sustituir la tella por un viejo teléfono móvil que saltaba de cuadro en cuadro empujado por el pié de la jugadora, que sin saberlo, se divertía con el mismo juego que su madre, sus abuelas, sus bises y mucho más atrás.
¿Y los mayores?, los que ya no se acuerdan de manejar la peonza, los que perdieron las ganas de saltar y no pisar las rayas, ¿A que juegan?
Está claro, al juego que servirá de etiqueta al 2010, al recorte, al tijeretazo por aquí y por allá, al kirigami feroz. Pero si hace años manejábamos las tijeras por entretenimiento y con un cuidado increíble para no cortar más allá de las líneas, ahora las cuchillas tienen que manejarse por obligación, contrarreloj, y más que cortar, no hay más remedio que hacer un desmoche salvaje con motosierra.
Las alegrías pasadas han traído estas podas y las que tememos que vendrán. Y no es ningún juego.

04 junio 2010

Tengo un amigo

Tengo un amigo que comenzó a morirse la semana pasada y él aun no es consciente de ello. Disfruta tanto diciendo que está deprimido, que ya ha desgastado el término hasta el filo, tanto, que ahora hace increíble tanta melancolía acumulada.
Ni apunto su nombre, ni insinúo una inicial. Solo dos o tres amigos suyos conocemos de su mal. Su dolencia, tiene todas las trazas de que no va a ser remediada ni por la química, ni por el bisturí. Está tirando la toalla. Su mal es de más adentro. Se le ha perdido en el camino su compañera, la compañera de músicas, de libros, de cenas, de viajes, de cines, de largas madrugadas en las que se desvelaban las vidas anteriores.
Ahora está solo, rehén de si mismo, en la antesala del desierto yermo. Solo, aunque en algún momento oiga palmeros a su lado. Solo, y mal acompañado por una culpa tan enredada como penada. Solo, con su enorme fortuna, que no le vale para nada. Solo, consumiendo absurdamente el tiempo hacia la absoluta soledad.
Y a este amigo mío, que hasta ahora la vida le ha tratado como si estuviera entre algodones perfumados, le daría como tratamiento de choque, un intercambio de vidas. Eso mismo, que vemos en algunas películas de Hollywood, en las que durante unos días, el niño mimado cambia su estatus con un parado, por ejemplo, inmerso en una familia en la que no hay cristiano que trabaje. No porque no quieran, sino porque no pueden.
Y si no queremos hacerlo tan crudo, le canjearíamos esa vida que ahora medio desperdicia, por la de un padre de familia, con familia, que trabaja en una empresa en la que día si y día también, se oyen los chirridos del despido. Igual este hombre, le daría a mi amigo lecciones de cómo estrujar los instantes buenos.
Y a mi amigo, que lo quiero más que a un hermano, le diría, le digo, que no sea tan estúpido, que disfrute la vida que tiene, por suerte, por enorme ventura, que exprima cada minuto, que sea solidario con el mundo que le rodea, que recupere ya el tiempo y recupere los quereres extraviados.
Hoy no he querido hablar de políticos, que ya estamos un poco hartos, hoy he intentado hablar de personas.
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