24 febrero 2006

CANCER

Goza, la llamada televisión rosa, quizás por su terrible superficialidad, de unos índices de audiencia tan solo superados por los mensuales “partidos del siglo”.
Los publicistas saben, que pese a que nadie reconozca que ve los programas rosáceos, estos, congregan millones de teleespectadores abducidos por las vidas y miserias de unos a los que, según conviene, las Agencias van etiquetado de “famosos”. Hay como una complicidad, adobada con unas gotas de sadismo, entre los que emiten la carnaza, escudados en los shares y las cuotas, y los que andan atrapados a la pantalla.
Por un mínimo respeto a esas inmerecidas audiencias, la mayoría de los asuntos que se abordan, tendrían que hacerse con un conocimiento de causa, a la que se tendría que añadir un poco de sensatez ante los efectos que pueden provocar muchos de los comentarios que se realizan a lo largo de estos infinitos programas.
Deberían de tener claro, productores, directores y “periodistas” de estos “rosáceos” productos, que una cosa es hablar de los jacarandosos amoríos de un torero y otra muy distinta, es abordar, con igual ligereza, enfermedades, que sufren miles de personas además del famoso/a objeto de su momentánea y morbosa atención.
No quiero ponerme, por lo doloroso, en el lugar de los familiares o del enfermo, que está recibiendo tratamiento oncológico en cualquiera de los hospitales, públicos o privados, españoles, cuando desde esos programas rosas, tan llenos de falso patriotismo como carentes de rigor, se repite una y otra vez, la cita en Houston, Texas, como la única expectativa posible para el tratamiento, la curación. Como si la esperanza dependiera solo del dinero del paciente.
La Sanidad pública valenciana, la española, tiene muchos defectos, muchos más de los que se ven, pero también cuenta con grandes profesionales, medios y confidencialidad. Nuestros hospitales no tienen un pianista en el vestíbulo como los de Houston, pero el nivel de sus Oncólogos, de sus Cirujanos, de sus Radiólogos, no tiene nada que envidiar ni al de los de los países vecinos, ni a los de Texas. La globalización ya hace tiempo que llegó a muchas especialidades.
A la prudencia, aun se le espera en algunas cadenas de televisión.
Fernando Martínez Castellano 22 Febrero 2006
Publicado en Las Provincias el 24 Febrero 2006

17 febrero 2006

MIL GRULLAS

Buena fábula ha elegido el maestro M. Delegido como motor para la falla Quart Extramurs-Velázquez. Hay quien dice, que en las fallas entró por una puerta el corcho blanco mientras que por otra salían sus orígenes, el ingenio, la sátira, lo picante, lo políticamente incorrecto con el poder de turno. Según crecieron las hipotecas de los casales y los monumentos, estos se “vaciaron” y se fueron descafeinando los argumentos para no rozar ningún juanete. Están tan atrapadas las comisiones falleras, me contaba un viejo fallero, como para ir a pecho descubierto.
Decía, que me gusta la historia de la niña japonesa, en la que se ha basado el artista fallero para transmitir un poco de paz. Cuentan, la leyenda y M. Andrés Ferreira, que Sadako tenía que hacer mil grullas de papel para que los dioses le ayudaran a curar su enfermedad.
Y hablando de salud, tengo un amigo que escribe bastante sobre ella, que ante la matraca que doy, de cuando en cuando, con lo del riñón que nos cuesta cada uno de los cambios de las macetas del Puente del Capricho, no se le ha ocurrido otra cosa que recomendar, le ha enviado un escrito a la señora Alcaldesa, la definitiva sustitución de las flores, por sus sucedáneas de plástico. El reconocido buen gusto de mi amigo, le ha impedido sugerir que las flores también lleven incorporadas unas gotas de rocío de silicona y unas abejillas libando sus elastómeros néctares, porque puestos a ir de horteras, o entramos en el Libro de los Records o nos quedamos como estamos.
Continuamos con los records y con la silicona, me acabo de tropezar, esta mañana, con la portada de una revista en la que una señorita, pariente del muñeco de Michelín, de profesión “sus posados”, muestra satisfecha y pagada, sobre todo pagada, sus recién implantadas ubres tamaño XL, modelo vaca frisona. Tetas crecientes, libros guinnes y chorradas al uso. Plástico, silicona cómplices de lo falso.
Mientras la leucemia avanzaba, Sadako, plegaba el papel. Consiguió hacer 644 grullas.
Veremos la falla de Delegido y doblaremos papel hasta llegar al millar de grullas. Quizás, esta vez si, aquellos dioses de Sadako ayudarán a que esta España nuestra alcance esa Paz, que ya parece que tocar con las yemas de los dedos.
Fernando Martínez Castellano 15 Febrero 2006
Publicado en Las Provincias el 17 Febrero 2006

14 febrero 2006

LAS LIBERTADES

Ya no son cuatro, veinte, cien banderas quemadas. Ya no son dos, tres, las embajadas arrasadas. Ya hay tiros, ya hay muertos. La sangre llamando a más sangre. Las viñetas danesas, provocación que sobraba, han sido tan solo la excusa para que estalle un mundo que se siente menospreciado por el otro. ¿Por qué ahora? ¿Quién está detrás de acción y reacción?
¿Libertad de expresión o chulería inoportuna? Estamos inmersos en una tensión en la que todos, tenemos que recapacitar sobre los límites de la libertad de expresión. Aunque nos digan que, esa reflexión, es una pérdida de tiempo, tenemos que ver de distinta manera a como lo hacemos, a las creencias, a las religiones, a las costumbres, a la cultura, a la forma de entender las cosas de “los otros”, a los que tengamos más próximos, a los que estén más lejanos, a quienes vemos como unos alterados intransigentes, a los que creemos que se enfadan por nada. Pensemos en que todos, tenemos un ¡¡esto...ni me lo nombres!!, todos tenemos algo, que a “los otros” les puede parecer como raro o algo fanático. Ni nuestras verdades, ni nuestras libertades son únicas y exclusivas. Y si nos molestásemos en escuchar, veríamos que las diferencias con otras verdades, son menos grandes de lo que parecen.
Pese a que suene a bobalicón, a ingenuo “buenismo”, el llamamiento a una entente entre civilizaciones, pónganle el nombre que quieran, es bastante más que necesaria. Aunque digan que se va a apuntar un tanto, el que promueva la cosa, sea el que sea, sea Kofi Aman, Bush, Putin, ZP, Rajoy, Beckham, e incluso Zaplana, si su talla política traspasase los Pirineos, aunque no les hagan, en un principio, ni puñetero caso, pero que se intente establecer al menos la posibilidad de un diálogo entre dos mundos que parecen empeñados en que el enfrentamiento es la única solución posible.
De verdad, que hoy quería escribir sobre la huida de las cotorras. De esas cotorras que se van de la Ciutat Vella hacia los barrios de la periferia. De esos loritos que han dejado de “comerse” las Torres de Quart. De ese punto romántico que aun conserva una parte de nuestro Ayuntamiento, censando las cotorras y sus familias. Pero es que veo los telediarios y se me van las ganas de ironías.
Fernando Martínez Castellano 8 Febrero 2006
Publicado en Las Provincias el 10 Febrero 2006

06 febrero 2006

DE BUENA MAÑANA

El reloj se me echaba encima, tanto que opté por tomar un taxi. Tuve suerte, pese a la llovizna, en menos de un minuto, pasó uno libre.
Tras el “buenos días” y de atender la dirección adonde quería que me llevase, el taxista elevó el volumen de la radio. Allí no había un aparato con dos o cuatro altavoces, aquello parecía “sensoround”, “home cínema”, y toda la sección de sonido del corte inglés. Todo estaba allí dentro, explotando en el habitáculo de un taxi.
Por aquellos megáfonos, ya he dicho que eran más que altavoces, salía una voz meliflua anunciando el fin del mundo, el fin de la historia. Era como un palabrero de la Edad Media, o como nos han contado que eran los falsos predicadores, que bramaba previniéndonos a todos los mortales hispanos del abismo, hacia el que vamos abocados. ¡¡España se rompe!! Aseveraba una y otra vez. Desgarrado, el pequeño hombre de voz aflautada insistía, ¡¡Estamos rodeados de rojos y masones por todas partes!!. ¡No, no os asombréis! les decía a sus contertulios, y largó una lista en la que estaba hasta el Dalai Lama, ¡todos estos son masones, que lo sé de buena tinta!. Luego por un momento dejó de lado a los del mandil y saltó a desgranar las intenciones de Fernando el Católico al contraer matrimonio con Isabel. El nostradamus radiofónico, lo decía tan seguro que era como si a él se le visitase todas las noches el gran rey para desvelarle sus estrategias políticas.
El taxi avanzaba a golpe de resoplidos, acelerones y volantazos.
Pobre de mi, hundido en el asiento del taxi, más mareado que un flan, me estaba imaginando al apocalíptico “pequeño taliban”, así le bautizó Luis del Olmo desde los micrófonos de Vocento, rojo, con perdón, como una mangrana, congestionado, con las venas del cuello a punto de reventar.
Tanto desasosiego aterrador, de buena mañana, no debe de ser bueno para la salud. Ni para la salud, ni para el tráfico, ni para los pasajeros. Los índices de adrenalina del conductor estaban por las nubes. Llegamos, pagué y le deseé un buen día.
Me quedé no sé como, debía de haberle recomendado, al buen hombre, que escuchara a menos visionarios. Así empezó Mejía Dávila y ya ven en lo que ha devenido. Mas música y menos lobos, por favor.
Fernando Martínez Castellano 1 Febrero 2006
Publicado en Las Prrovincias el 3 Febrero 2006
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