Goza, la llamada televisión rosa, quizás por su terrible superficialidad, de unos índices de audiencia tan solo superados por los mensuales “partidos del siglo”.
Los publicistas saben, que pese a que nadie reconozca que ve los programas rosáceos, estos, congregan millones de teleespectadores abducidos por las vidas y miserias de unos a los que, según conviene, las Agencias van etiquetado de “famosos”. Hay como una complicidad, adobada con unas gotas de sadismo, entre los que emiten la carnaza, escudados en los shares y las cuotas, y los que andan atrapados a la pantalla.
Por un mínimo respeto a esas inmerecidas audiencias, la mayoría de los asuntos que se abordan, tendrían que hacerse con un conocimiento de causa, a la que se tendría que añadir un poco de sensatez ante los efectos que pueden provocar muchos de los comentarios que se realizan a lo largo de estos infinitos programas.
Deberían de tener claro, productores, directores y “periodistas” de estos “rosáceos” productos, que una cosa es hablar de los jacarandosos amoríos de un torero y otra muy distinta, es abordar, con igual ligereza, enfermedades, que sufren miles de personas además del famoso/a objeto de su momentánea y morbosa atención.
No quiero ponerme, por lo doloroso, en el lugar de los familiares o del enfermo, que está recibiendo tratamiento oncológico en cualquiera de los hospitales, públicos o privados, españoles, cuando desde esos programas rosas, tan llenos de falso patriotismo como carentes de rigor, se repite una y otra vez, la cita en Houston, Texas, como la única expectativa posible para el tratamiento, la curación. Como si la esperanza dependiera solo del dinero del paciente.
La Sanidad pública valenciana, la española, tiene muchos defectos, muchos más de los que se ven, pero también cuenta con grandes profesionales, medios y confidencialidad. Nuestros hospitales no tienen un pianista en el vestíbulo como los de Houston, pero el nivel de sus Oncólogos, de sus Cirujanos, de sus Radiólogos, no tiene nada que envidiar ni al de los de los países vecinos, ni a los de Texas. La globalización ya hace tiempo que llegó a muchas especialidades.
A la prudencia, aun se le espera en algunas cadenas de televisión.
Fernando Martínez Castellano 22 Febrero 2006
Los publicistas saben, que pese a que nadie reconozca que ve los programas rosáceos, estos, congregan millones de teleespectadores abducidos por las vidas y miserias de unos a los que, según conviene, las Agencias van etiquetado de “famosos”. Hay como una complicidad, adobada con unas gotas de sadismo, entre los que emiten la carnaza, escudados en los shares y las cuotas, y los que andan atrapados a la pantalla.
Por un mínimo respeto a esas inmerecidas audiencias, la mayoría de los asuntos que se abordan, tendrían que hacerse con un conocimiento de causa, a la que se tendría que añadir un poco de sensatez ante los efectos que pueden provocar muchos de los comentarios que se realizan a lo largo de estos infinitos programas.
Deberían de tener claro, productores, directores y “periodistas” de estos “rosáceos” productos, que una cosa es hablar de los jacarandosos amoríos de un torero y otra muy distinta, es abordar, con igual ligereza, enfermedades, que sufren miles de personas además del famoso/a objeto de su momentánea y morbosa atención.
No quiero ponerme, por lo doloroso, en el lugar de los familiares o del enfermo, que está recibiendo tratamiento oncológico en cualquiera de los hospitales, públicos o privados, españoles, cuando desde esos programas rosas, tan llenos de falso patriotismo como carentes de rigor, se repite una y otra vez, la cita en Houston, Texas, como la única expectativa posible para el tratamiento, la curación. Como si la esperanza dependiera solo del dinero del paciente.
La Sanidad pública valenciana, la española, tiene muchos defectos, muchos más de los que se ven, pero también cuenta con grandes profesionales, medios y confidencialidad. Nuestros hospitales no tienen un pianista en el vestíbulo como los de Houston, pero el nivel de sus Oncólogos, de sus Cirujanos, de sus Radiólogos, no tiene nada que envidiar ni al de los de los países vecinos, ni a los de Texas. La globalización ya hace tiempo que llegó a muchas especialidades.
A la prudencia, aun se le espera en algunas cadenas de televisión.
Fernando Martínez Castellano 22 Febrero 2006
Publicado en Las Provincias el 24 Febrero 2006
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