06 febrero 2006

DE BUENA MAÑANA

El reloj se me echaba encima, tanto que opté por tomar un taxi. Tuve suerte, pese a la llovizna, en menos de un minuto, pasó uno libre.
Tras el “buenos días” y de atender la dirección adonde quería que me llevase, el taxista elevó el volumen de la radio. Allí no había un aparato con dos o cuatro altavoces, aquello parecía “sensoround”, “home cínema”, y toda la sección de sonido del corte inglés. Todo estaba allí dentro, explotando en el habitáculo de un taxi.
Por aquellos megáfonos, ya he dicho que eran más que altavoces, salía una voz meliflua anunciando el fin del mundo, el fin de la historia. Era como un palabrero de la Edad Media, o como nos han contado que eran los falsos predicadores, que bramaba previniéndonos a todos los mortales hispanos del abismo, hacia el que vamos abocados. ¡¡España se rompe!! Aseveraba una y otra vez. Desgarrado, el pequeño hombre de voz aflautada insistía, ¡¡Estamos rodeados de rojos y masones por todas partes!!. ¡No, no os asombréis! les decía a sus contertulios, y largó una lista en la que estaba hasta el Dalai Lama, ¡todos estos son masones, que lo sé de buena tinta!. Luego por un momento dejó de lado a los del mandil y saltó a desgranar las intenciones de Fernando el Católico al contraer matrimonio con Isabel. El nostradamus radiofónico, lo decía tan seguro que era como si a él se le visitase todas las noches el gran rey para desvelarle sus estrategias políticas.
El taxi avanzaba a golpe de resoplidos, acelerones y volantazos.
Pobre de mi, hundido en el asiento del taxi, más mareado que un flan, me estaba imaginando al apocalíptico “pequeño taliban”, así le bautizó Luis del Olmo desde los micrófonos de Vocento, rojo, con perdón, como una mangrana, congestionado, con las venas del cuello a punto de reventar.
Tanto desasosiego aterrador, de buena mañana, no debe de ser bueno para la salud. Ni para la salud, ni para el tráfico, ni para los pasajeros. Los índices de adrenalina del conductor estaban por las nubes. Llegamos, pagué y le deseé un buen día.
Me quedé no sé como, debía de haberle recomendado, al buen hombre, que escuchara a menos visionarios. Así empezó Mejía Dávila y ya ven en lo que ha devenido. Mas música y menos lobos, por favor.
Fernando Martínez Castellano 1 Febrero 2006
Publicado en Las Prrovincias el 3 Febrero 2006

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