14 febrero 2006

LAS LIBERTADES

Ya no son cuatro, veinte, cien banderas quemadas. Ya no son dos, tres, las embajadas arrasadas. Ya hay tiros, ya hay muertos. La sangre llamando a más sangre. Las viñetas danesas, provocación que sobraba, han sido tan solo la excusa para que estalle un mundo que se siente menospreciado por el otro. ¿Por qué ahora? ¿Quién está detrás de acción y reacción?
¿Libertad de expresión o chulería inoportuna? Estamos inmersos en una tensión en la que todos, tenemos que recapacitar sobre los límites de la libertad de expresión. Aunque nos digan que, esa reflexión, es una pérdida de tiempo, tenemos que ver de distinta manera a como lo hacemos, a las creencias, a las religiones, a las costumbres, a la cultura, a la forma de entender las cosas de “los otros”, a los que tengamos más próximos, a los que estén más lejanos, a quienes vemos como unos alterados intransigentes, a los que creemos que se enfadan por nada. Pensemos en que todos, tenemos un ¡¡esto...ni me lo nombres!!, todos tenemos algo, que a “los otros” les puede parecer como raro o algo fanático. Ni nuestras verdades, ni nuestras libertades son únicas y exclusivas. Y si nos molestásemos en escuchar, veríamos que las diferencias con otras verdades, son menos grandes de lo que parecen.
Pese a que suene a bobalicón, a ingenuo “buenismo”, el llamamiento a una entente entre civilizaciones, pónganle el nombre que quieran, es bastante más que necesaria. Aunque digan que se va a apuntar un tanto, el que promueva la cosa, sea el que sea, sea Kofi Aman, Bush, Putin, ZP, Rajoy, Beckham, e incluso Zaplana, si su talla política traspasase los Pirineos, aunque no les hagan, en un principio, ni puñetero caso, pero que se intente establecer al menos la posibilidad de un diálogo entre dos mundos que parecen empeñados en que el enfrentamiento es la única solución posible.
De verdad, que hoy quería escribir sobre la huida de las cotorras. De esas cotorras que se van de la Ciutat Vella hacia los barrios de la periferia. De esos loritos que han dejado de “comerse” las Torres de Quart. De ese punto romántico que aun conserva una parte de nuestro Ayuntamiento, censando las cotorras y sus familias. Pero es que veo los telediarios y se me van las ganas de ironías.
Fernando Martínez Castellano 8 Febrero 2006
Publicado en Las Provincias el 10 Febrero 2006

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