Despertamos curiosidad. ¿Qué pasa por ahí? Se preguntan. De ser una ciudad discreta, ignorada, hemos pasado a ser una capital con vocación de representar a la España que dejó atrás peineta y pandereta. De creer aquello de que el buen paño en el arca se vende, a promocionarnos a los cuatro vientos, rompiendo tópicos y salvando la barrera de la incomunicación. Porque vamos a decirlo bien alto, hay que tener ganas, hay que confiar mucho en la meta, para emprender el camino para llegar a Valencia. Esto no va con el rollo del victimismo, ni historias semejantes. Los hechos son los hechos, y ahí están. Las malas carreteras, los lentos ferrocarriles, las caras autopistas, no son asuntos recurrentes para columnas o tertulias, son realidades que muchos tienen que padecer con frecuencia, con la frecuencia con que tengan que moverse partiendo o llegando a Valencia desde muchos puntos de España o de Europa.
Les cuento, la semana pasada, dos amigos míos, Santi Molina y Luís Gil, al que le pasa de todo o lo charra todo, tuvieron que ir a Barcelona, cosas de familia, en automóvil. Creían que disponían de todo el tiempo del mundo, tenían un margen de seis horas hasta la hora de la cita, tiempo más que suficiente para recorrer la distancia, en kilómetros, que separa a la segunda y tercera capitales de España. El día era agradable, no hay que correr, hay que ahorrar energía, y allá que Santi y Luís optaron por utilizar la Carretera Nacional que une y separa a Valencia de Barcelona, carretera dependiente del Ministerio de Fomento. Metida de pata total. Es una vergüenza que todavía a ese conjunto de calles mayores bacheadas, bosques de semáforos, paso de peatones hacia las playas, repito es una vergüenza que todavía siga manteniendo el nombre de Carretera Nacional. Es una indecencia que no quepa otra alternativa que pagar los peajes más caros de Europa. Es una afrenta que el recorrido entre Valencia y Barcelona, aun sea el permanente recuerdo de la España del Seiscientos. Santi y Luís llegaron justos a la cita.
Al regreso, tuvieron que escurrirse el bolsillo, como miles y miles de usuarios, para transitar por una vieja autopista, que deja bastante que desear en la relación de calidad, vigilancia y precios.
Fernando Martínez Castellano 12 Junio 2007
Publicado en Las Provincias 15 Junio 2007
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