08 junio 2007

los neotrileros

Algunos amigos hemos llegado a la conclusión de que Luís Gil, él dice que sin querer, se mete en todos los charcos habidos y por haber, como si le salieran al paso. Hace un par de meses le llegó, al buzón de toda la vida, ese que de cuando en cuando destripa un vecinito, un catálogo de relojes, todo apariencia con una colección, que recordaba a todas esas máquinas que nos tientan desde las páginas de los suplementos dominicales. La oferta, sin decirlo era de imitaciones, muy bien presentadas en la publicidad, pero imitaciones. Luís y su vanidad picaron, ni corto, ni perezoso, se pidió un reloj-plagio, igualito por fuera, que aquellos auténticos, de correa negra de caucho, que llevaba Zaplana en sus tiempos imperiales, en los tiempos en los que, los cargos públicos que ahora lo niegan, le ponían la alfombra roja hasta los lindes mismos de los secarrales recién recalificados.

Sigo, al cabo de unos días, un mensajero le entregó a Luís, previo pago, una caja soberbiamente envuelta, allí recogido entre algodones, estaba el peluco que había soñado, negro y acero.

Aquella misma tarde se lo plantó en la muñeca. Como quien no quiere, se arremangó las mangas. En la tertulia manoteó aun más de lo que en él era habitual. Tenía que lucirlo, dar el golpe. Todo bien hasta que Carlos levantó la ceja y le dijo “tu reloj retrasa”. No es que se atrasaba, es que estaba atrancado. Veinte minutos faltaban para las cinco. Ni seis horas le había durado “la maquinaria japonesa de extraordinaria precisión”. Escribió y reclamó. La respuesta que le dieron sencillamente para enmarcarla. “No nos haga perder más tiempo el reloj solo le ha costado cincuenta cochinos euros, ¿qué esperaba?”.

Luís se siente embaucado, engañado y timado por haber mordido el anzuelo de los colorines, pero él sigue con el reloj en su brazo izquierdo marcando las cuatro cuarenta. El reloj de Luís no es el único que por aquí, está fuera de horas. Ahora Luís, camina por la calle observando el amor de los valencianos por la fachada, los bolsos falsos, el botox, los implantes, los escotes imposibles, con razón dicen las estadísticas que somos campeones de Europa en eso de los retoques dermoestéticos. ¿Insatisfechos, coquetos, o tontos del haba?

Fernando Martínez Castellano 5 Junio 2007
Publicado en Las Provincias 8 Junio 2007

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