25 febrero 2009

Tinglado

Antes que nada, aclaro que el “Tinglado” es el tinglado número 2 del puerto de Valencia. Nada que ver con la abundante profusión de titulares que durante estas semanas, nos erizan la piel, nublan la vista y embotan el olfato.
Me telefoneó Luís Gil, “No volveré a hacerlo más”. Dado los tiempos que corren, en una fracción de segundo, repasé mis conocimientos de las aficiones de Luís, que yo supiera, no le gusta cazar, ni con escopeta ni con liga, ni pescar, se compra la ropa en Zara, solo su forofismo por el Valencia CF y aunque las cosas no pinten nada bien, tampoco era como para estar penando. ¿Qué pasa? Le pregunté. Y me contó.
A Luís, le visitaron hace un par de semanas, unos amigos holandeses. Él, todo cortesía, se dispuso a agasajarlos. Después de pasearlos por la Ciudad de las Ciencias, a Luís se le ocurrió mostrarles la nueva Dársena, antes de invitarles a un arroz en Las Arenas.
Aparcaron junto al Tinglado nº 2. Llegaron tras recorrer una deteriorada avenida del Puerto, destrozada, con las trapas de las alcantarillas flotando, con parches por todas partes. Una avenida remodelada hace apenas tres años. Alguna responsabilidad se debe de exigir al ejecutor de un asfaltado que ha resultado tan pésimo. Ni las prisas de la inauguración deben de servir como excusa.
Cuando el puerto de Valencia aun no era un mega puerto, los tinglados eran los almacenes de las mercancías en su camino hacía el barco o la ciudad. Al ir creciendo el puerto dejaron de tener aquella función. Se convirtieron en algo familiar, allí acudían cientos de valencianos cada noche de verano a cenar a la fresca. Se rehabilitaron los tinglados hace nada, salió su esplendor original. La mañana que Luís aparcó allí aquello era un enorme almacén de trastos, restos de eventos que nadie había querido retirar.
La provisionalidad, el abandono, la espera de que llegue otra Copa del América, otra F1, otra vete a saber qué, acompañó a Luís y a los holandeses mientras duró la visita al Nuevo Puerto, aquel que iba a ser la envidia del mundo. A Luís le salieron los colores de vergüenza y de rabia.
Menos mal que el arroz no estaba pasado.
“No volveré a hacerlo, antes de volver a enseñar mi ciudad, daré un recorrido el día anterior, evitaré hinchar pecho y cambiaré los recorridos”, concluyó Luís.
Publicado en Las Provincias 28 Febrero 2009

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