Leer
las declaraciones de Chaves, Griñán, y otros conmilitones, haciéndose los
andanas de lo que pudo suceder en Andalucía, en cuanto al manejo de los dineros
públicos, te deja, te ha venido dejando desde hace meses, con una carga de pasmo,
solo comparable con la indignación ante la impunidad, ante el desespero de los
actos de estos personajes, incapaces de dimitir, para seguir viviendo de la
teta de la Caja Pública.
Pero,
para lo del mal empleo de las arcas públicas, las que son de todos, no hace
falta irse tan lejos. Aquí mismo hemos tenido y tenemos ejemplos a porrón.
Hay
que tener muchas agallas y la paciencia del Santo Job, para seguir, sin que
estallen los nervios, se dispare el colesterol, y la tensión arterial se suba
por las nubes, para ojear todas las increíbles, fuleras declaraciones de los
responsables, de muchos responsables, del levantamiento de aquella nube de
colorines que llamaron Parque Terra Mítica. Ahí estaban todos, excepto el responsable máximo, Eduardo Zaplana, que de
momento, sale tan de rositas de todos los enredos en los que nos metió, llevado
por su codicia y ambición. Y se le aplaudió, no olvidemos.
Escuchar
como se construyó aquel tinglado, sin planificación, aquella improvisación,
pero con un guión muy concreto para que los excesos, abusos y choriceos fueran
pagados, y repagados, por la Hacienda valenciana, te lleva, en milésimas de
segundo, del asombro a la indignación. Aquel saltarse todas las normas, aquella
demasía, aquella irresponsabilidad, y muchas otras que siguieron, en los
sucesivos años, al parque mítico, nos han traído al punto que estamos. Que
nadie se siga sorprendiendo con las encuestas, si el pueblo valenciano hubiera
sido algo más crítico, hace unas cuantas elecciones que se hubiera inventado lo
que ahora parece el remedio total, la aparición de los mediáticos Ciudadanos y
Podemos, que como todo, también nos vienen de afuera.
Cuando
los electores, ejercen su derecho al voto, por regla general, no eligen a sus
candidatos para que corten cintas, descubran placas, o besuqueen a diestro y
siniestro en plazas y mercados. Los ciudadanos elijen a sus candidatos para que
dirijan un equipo, para que cumplan lo que prometieron, para que administren
con el mejor juicio el dinero de todos. Dirigir, no solo es estar expuesto en la
tribuna. Dirigir es estar permanentemente comprobando que, en su equipo, nadie
desafina, que nadie va por libre, que encajan las ruedas dentadas de la
maquinaria de la Administración. Ejercer el poder, dirigir es corregir,
mejorar, asumir la responsabilidad política de todo el aparato que él, el
dirigente, ha elegido, y ha nombrado, para que le acompañe en la tarea, por la
que él hizo todo lo posible para ser nominado por su partido y posteriormente
elegido por el pueblo al que debe todos los minutos del día.
Y
otros cienos, continúan saliendo a hilillos a la superficie.
FMC
Publicado en Las Provincias 22 Abril 2015
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