24 enero 2009

Los días de después

Después del 20 de Enero, después de la toma de posesión de Barack Obama, después de las enormes expectativas desatadas y deseadas, después de un “jaboneo” que a veces resulta excesivamente resbaloso, ahora ¿Qué toca decir ahora? ¿Feliz Año?, ¿Feliz Era?, ¿Feliz Siglo XXI?, o sencillamente desear que con la llegada de un nuevo Presidente en los EEUU nos vayan a todos, a los que poblamos los cinco continentes, las cosas mejor.
El mediodía, de Washington, del pasado día 20 fue el cenit de la ilusión. A partir de ese momento los sueños tienen que haber iniciado el duro camino hacia las realidades. Que las magníficas palabras lleguen a hechos, será mérito o culpa de todos los estadounidenses a los que su nuevo Presidente invitó a unirse al proyecto.
España, la titubeante, escéptica e incrédula España, contempló con envidia, con mucha envidia, con esa envidia que llaman sana, como desde la tribuna, al píe del Capitolio, se invitaba a un pueblo joven, a un pueblo dinámico, a recuperar las energías que lo hicieron grande.
España, con todo el peligro que supone el generalizar, ha admirado la fuerza del pueblo estadounidense, la capacidad de poblar un gigantesco territorio, de construir ciudades en la nada, de acoger con los brazos muy abiertos a oleadas de europeos cuando las hambrunas o las guerras hicieron estragos en muchos países.
¡Claro que han existido puntos de desencuentro!. La presidencia de Goerge W. Bush posiblemente haya atraído infinitas antipatías hacia lo que significó la irresponsable utilización del poderío militar norteamericano en Irak. La presidencia de Bush, seguramente la peor de toda la historia de los EEUU, ha creado tantos círculos de rechazo en tantos países, que recuperar su amistad, su colaboración es uno de los objetivos marcados en el primer discurso de Obama como Presidente.
España, que es lo nuestro, necesita de alguien la saque del letargo, de alguien que la entusiasme para entusiasmarse, de alguien que haga de catalizador para que entre todos salgamos de este oscuro pesimismo en el que estamos hundidos hasta las cejas. No sabemos como hemos caído, paro hay estamos.
España, no necesita baños de optimismo en el que le han hecho que ya no crea, a fuerza de cuentos. Pero tampoco necesita de agoreros, caras largas lanzando soflamas apocalípticas en cada esquina.
Publicado en Las Provincias 24 Enero 2009

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