27 diciembre 2007

parábola

A Luís Gil, en la Navidad del 2006, le regaló Norma, su mujer, una cafetera Nespresso. En su cumpleaños un surtido de Martínis. En estas fiestas el obsequio ha sido todo un Omega. No es que Luís pavonee de regalos delante de los amigos, lo que nos cuenta es que tiene un no sé qué, por la influencia compradora que ejercen en Norma las campañas publicitarias que utilizan la imagen de Goerge Clooney. Dice Luís, que en el momento que vea a Clooney presentando alguna novedad, deducirá lo que le va a venir.

En este camino de la explotación de la imagen, las cadenas de televisión rizan el rizo. Cogen un presentador/a, calculan su facultad de enganche al telespectador, y lo lanzan al estrellato, mediante una insistente promoción. En el momento, que vuelven a calcular que ya está el presentador/a en sazón, lo exprimen, lo utilizan para todo. Tanto para roto como para un descosido. Concursos, realitys, campanadas, campañas benéficas, “cameos” en comedias y telenovelas, todo lo que caiga a mano.

Lo malo es que del uso al abuso, hay una trecho muy corto. Tan corto que muchas veces el presentador o presentadora, no acaba de saber en cual de todos los programas está, confunde títulos, nombres, y lo que se presente. Y si eso, lo de la confusión, le pasa al presentador/a, ya me dirán lo que puede suceder en el telespectador. Desde la sensación de ¡ya está este tío, o tía, otra vez aquí¡, ¡este programa ya lo hemos visto¡ ¡¿es que no hay otro?¡ y unas cuantas cosas más, en la antesala del fastidio por la saciedad.

Algunas cadenas de televisión, esto de las reacciones por saturación lo deben de tener estudiado, todo deben de estar demasiado estudiado, y de cuando en cuando envían a “la nevera”, antes que se vuelva neura perdido, al presentador/a estrella antes que el hartazgo produzca la huida de la audiencia hacia otras cadenas.

En política sucede lo mismo. Los partidos, con las listas electorales, “arriesgan” tanto como las cadenas de televisión. Como si solo tuvieran Sota, Caballo y Rey sin darse cuenta que estas cartas no sirven para todos los juegos y que los que van a participar en la partida, los electores, empiezan a preguntarse ¿es que no hay más? Lo malo es que a lo peor, no hay nada más.

Fernando Martínez Castellano 26 Diciembre 2007

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