Si pudiésemos oír las conversaciones que mantienen las semanas, ahora mismo las percibiríamos atropellándose para salir de este extraño año ¡Vale, vale que nos vamos!, ¡que ya no nos queda nada!. Por suerte, esa suerte tan buscada y tan huidiza en Diciembre, tampoco nos llegan sus lamentos de con que inutilidad las hemos ido quemando. O eso parece.
Y es que todo lo quemamos, no solo las fallas, es lo de menos, no solo los coches, que es lo de más. Nerón y Roma se van a quedar chiquitos a nuestro lado. Ahora, asombrados, acongojados, espectadores y victimas, todo en uno, asistimos al diario espectáculo de la destrucción de un nivel de unos precios que ya, resignados, teníamos aceptados como un mal menor, como los últimos coletazos del transito de la peseta al euro. Ahora con un redondeo muy sospechoso, se están colando unos nuevos precios que ya de escandalizar ya no escandalizan. Hacer referencia a lo que, en el lejano 2000, costaba tal o cual producto, de esos que tenemos a la vera, es como repasar las historietas del Abuelo Cebolleta. Siete años como siete décadas.
Me decía Emma León que ha tomado la costumbre de hacer una pequeña invocación en las mañanas antes de ir a la compra, ¡Virgencita, Virgencita, que los encuentre como la última vez!. Hay tanto susto, que nadie piensa en bajadas grandiosas, se conforma con que no suban más.
Futurólogos optimistas auguran que los precios, a partir del lunes próximo, se van a ir por las nubes. Los pesimistas solo lloran.
Hace unas semanas en
Y de impresión, de mala impresión, estuvimos muchos valencianos a punto de doblar el cuello, al ver el programa “Callejeros” dedicado al ¿Cabanyal?,emitido por
Publicadd en Las Provincias 7 Diciembre 2007
1 comentario:
doblar el cuello por el reportaje en sí, o por el destrozo que se va a hacer? saludos.
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