13 octubre 2007

más allá del negro

¿Cómo se distinguen en la ciudad los llamados “puntos negros”? ¿Por las obras que se realizan para quitarles peligrosidad? ¿Por los carteles que avisan que se está en las cercanías de un cruce de escalofrío? Nada de todo esto.

Les llamamos puntos negros son reconocibles por la arenisca que arrojan los bomberos sobre los líquidos desparramados en el asfalto tras un choque. La arena esparcida ejerce de instantáneo “avisador”, pero al cabo de unas horas desaparece, el continuo paso de vehículos la dispersa.

Hace ahora cincuenta años que el Puente de Campanar, a la izquierda de la Petxina, prolongación de Pérez Galdós, saltó a la fama fotográfica por ser uno de los primeros lugares en los que el Turia se salió de su viejo cauce. Imágenes del Puente de Campanar al que pasaba por abajo y por arriba un Turia enfurecido, encontrarán ustedes, en todos los reportajes, exposiciones, recopilatorios que recuerden la riada de 1957.

Ya han transcurrido cincuenta años y aquel puente, entonces con muy escaso tránsito rodado, por el que caminaba el ganado, pacientemente como si supiera lo que le esperaba, camino del Matadero, se ha convertido en uno de los puntos blancos, negros y en technicolor con mayor incremento de tráfico en Valencia. Y en los dos cruces, en las dos orillas, Petxina y Tirso de Molina se vienen produciendo, con demasiada asiduidad, percances perfectamente evitables que hacen que el puente no descienda en la escala de la fama.

El sábado 6 de Octubre, a media mañana, en el cruce del Puente de Campanar, inicio de Maestro Rodrigo, con Tirso de Molina se produjo un terrible, se queda corto el adjetivo, accidente. Vete–a-saber que número es en lo que llevamos de año. Y aquí, no hay quien haga nada, además de atender a los accidentados, sacarlos del coche machacado, acostarlos en una camilla, evacuarlos hacia La Fe, extender la arena sobre los restos, retirar los plásticos, ya no se hace nada más, o así lo parece. Como si no se pudiera hacer nada, el sino.

Alguien tendrá que calentarse el cacumen ante tanta insistencia del accidente o de la imprudencia. Durante segundos todos los semáforos del cruce en rojo, es lo mínimo que se puede hacer. Desde ahí, a todo lo que sea, para evitar tantos golpes.

Fernando Martínez Castellano 8 Octubre 2007

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