28 septiembre 2007

la sorpresa

Hoy iba a hablar de los ataques que, en las últimas semanas, se están produciendo contra el Rey. Primero unos niñatos nacionalistas quemaron imágenes de los Reyes, luego a estos pirómanos fotográficos se les han sumado, enarbolando la bandera neo-republicana, los periodistas que más han presumido de “liberales e independientes”, los que más han alardeado de defender la Constitución, los que ven rupturas por todas partes.

En este País, en el que cada día vende más el despelleje, agotada la carnaza folclórica y torera, hay que seguir dando caña a quien sea, sale gratis y produce beneficios.

Se les ha quedado pequeño ZP, ya es caza menor, ahora la pieza tiene que ser mayor. Nada de medias tintas. A la cabeza. ¿Por qué no pedir, desde los micrófonos de una emisora, respetada antaño, la abdicación del Rey? Pues la piden, tan panchos, y de paso se promociona el libro de un amiguete. Hay que vender libros, importa un pito si se enfanga al Rey, a Adolfo Suarez, que merece de una vez un homenaje nacional, o al Panto de Sevilla. La pasta es la pasta. Se ha pasado de las memorias de los que intervinieron directamente en los duros años de la Transición, a las filiales interpretaciones de conversaciones medio oídas, escritas por espabilados a caballo entre la indiscreción y la mentira.

Con esto estaba, cuando me di con la noticia de que se acaba de descubrir, en medio de una gran sorpresa, un refugio en la Gran Vía de Germanías. En un principio pensé que debía de tratarse de algún resto del sitio de Valencia por las tropas napoleónicas. Continuó mi asombro al leer que el refugio era de la Guerra del 36, que el refugio era el que una vez finalizada la contienda civil se habilitó como iglesia, que el refugio era al que te llevaban tus padres a oír Misa en el cuarenta y seis. Ahora ese refugio de Germanías ha aparecido y ha pillado de sorpresa a todos, menos a los vecinos mayores de Ruzafa. Valencia continúa sin tener inventariado su patrimonio. El ayer reciente de la ciudad se emborrona a una velocidad de vértigo.

Tan indocumentados estamos, tan poca constancia hay de lo que hay, que dentro de unos años los valencianos de mitad de este Siglo XXI, igual descubren que debajo del Jardín del Turia duerme el cauce de un río también muy sorpresivo.

Fernando Martinez Castellano 26 Septiembre 2007

Publicado en Las Provincias 28 Septiembre 2007

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