“El sonido de una lejana sirena, rompió el silencio de la noche”. Si alguna vez escuchan esta frase en una vieja película o la leen en una novela de buenos y malos, estén tranquilos la acción no transcurre en esta paciente ciudad. Aquí no es una, son cientos de sirenas al día galopando por las calles. Alguien debería de averiguar si de verdad son necesarias tantas sirenas, si su uso es el más correcto por parte de todos, del que le da al botón y de los que ante tanta inflación de sonido piensan que no va con ellos y son incapaces de hacerse a un lado o frenar en el cruce.
Sirenas de coches de policía nacional, local o autonómica, bomberos y ambulancias, sobre todo ambulancias que van más contra el reloj del destajo que contra el de la urgencia. Sobresaltos para todos, a la hora que sea, bramido francés, berrido inglés, ulular modelo Starsky y Hutch.
Sonar las sirenas suenan, sino que se lo pregunten a los vecinos que viven en las vías rápidas que acabarán siendo declaradas ZAS, pero mira por donde en el lugary el instante en el que deberían de haber sonado, y bastante, fue en una de las recientes alarmas en el Valle de Ayora, y va y enmudecieron. Casualmente una avería.
George Kalenger Jr., de Maryland, USA, uno de los miles de visitantes que tuvo Valencia en el pasado Junio, estaba intrigado por la salud de los valencianos. El hombre estaba asombrado por las decenas de ambulancias que escuchaba cada noche circulando a la vera de su hotel. El señor Kalenger Jr., con el corazón en un puño, asociaba ambulancias con urgencias y gravedades, y aquí no siempre, por fortuna, es así.
Luís Gil, aun más harto de los aullidos nocturnos y diurnos, que el tal Kalenger, decía antes de irse a Praga, que no sabía si comprarse un Rolls, por eso de la comodidad o adquirir una ambulancia, aunque fuera de segunda o tercera mano, para tenerla siempre a mano, abrirse paso a golpe de sirenas y parpadeos y evitarse atascos.
Ante todo el guirigay que hay en esta ribera ruidosa del Mediterráneo, da risa el que alguien esté discutiendo, a estas alturas de la película, de si en la nueva Ordenanza del Ruido debe de haber un apartado para las campanas. ¡Con el bendito sosiego que debe de producir el poder escuchar las campanas!.
Publicado Las Provincias 10 Agosto 2007
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