Que
pesadez con el dichoso vestido! Que si blanco, que si azulón, que si dorado, menudo
plastazo! El que más y el que menos también tiene unos pantalones que no sabe
si son marrones, berenjena, incluso grises, y no va colgándolos ahí en la red
para que el personal pierda aun más el tiempo adivinando el código de la
tintada del tejido.
A
mi me parece, que vamos un poco entre alterados y aburridos. En esto de los
colores del vestidito de marras, ha picado medio mundo. Y este tipo de debate,
de galgos o podencos, de blanco o azul, es más propio de la falta de noticias
de Agosto que del denso Febrero. Se supone, igual es mucho suponer, que en
Febrero y Marzo, se está por asuntos más serios y más trascendentes.
Aunque
bien pensado, a lo mejor es que estamos ya tan hartos de los “asuntos serios”,
que nos hacen falta estas gilipolleces del vestido, con intervención incluida
de prestigiosos institutos oftalmológicos nacionales, y luego dicen que no hay
dinero para investigar, con tal de buscarse una excusa para escapar, a mil por
hora, de la “cruda realidad” que nos rodea.
Porque
si no nos agarramos al trampantojo de la vestimenta de la madre de la novia, o si
no le damos la vuelta, por nuestro bien y por el bien de todos los valencianos,
a lo de “el caloret”, andamos perdidos, estaremos para echarnos a las llamas de
la falla que nos pille más cercana en la noche del 19.
Y es que cada semana, los
episodios vergonzosos superan a los de la semana anterior. Nos quedamos tan
ojiplaticos, como dijo alguien, que es natural que exista confusión a la hora
de distinguir los colores del vestidito. ¡Que suerte tendríamos si estos fueran
los grandes conflictos en los que estamos atrancados!
Parece
ser que hay que tomarse la vida a lo Celia Villalobos. Pero esto solo puede
hacerlo la señora Villalobos. En cualquier otro país de nuestro entorno o de
muchos más kilómetros más allá, la pillada a la señora Villalobos, recordemos
vicepresidenta del Congreso de los Diputados con unos emolumentos anuales superiores
a los cien mil euros más extras, jugando con la tableta durante el Debate del
estado de la Nación, abstraída en conseguir más puntuación, hubiera supuesto el
cese o la dimisión, por torpeza, inmediata.
¿Cómo
quieren que les consideren, señores políticos, los ciudadanos si están viendo
que ni ustedes mismos son capaces de tomarse en serio el trabajo por el que se
les paga?
Pero
estamos en España, y hace tiempo que nos perdimos, todos, el respeto. Queremos,
quizás por autodefensa, hacer de todo una chanza, tomar el modo humor, de lo
vacuo, como vía de escape y nos conformamos con averiguar que, la señora
vicepresidenta del Congreso, estaba enredando con el Frozen que es más moderno
que el Candy Crush.
Sigamos
con el cachondeito, riamos, riamos, que tal como se ve a algunos les está yendo
muy bien.
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