“Vamos
a reducir los ocho mil y pico ayuntamientos que hay en España, a mil”.
Dijo, en una entrevista en la tele, Albert
Ribera, presidente de Ciudadanos, grupo político, con espíritu de ser bisagra necesaria,
en los inevitables pactos de gobierno, tras las elecciones de Mayo.
No
nos prometan tanto. Nos conformamos con que tengan los pies en el suelo, o
encima de una tarima. Cálcense como quieran, pero pisen la superficie de la
tierra. No caminen sobre las nubes. No nos bajen la luna, nos conformamos con que
bajen la luz.
Entramos
en las últimas semanas de la carrera, se calientan las bocas, se aspira
entusiasmar a la audiencia, enganchar a los indecisos, atraer a los cabreados, se
ansia generar titulares, entonces pasa lo que pasa, y las sandeces salen de la
boca a borbotones. La suerte que tienen los aspirantes a entrar o permanecer en
ese universo al que han bautizado como “casta”, es que los receptores de sus
mensajes, suelen pasárselos, a los mensajes, por el arco de triunfo. Es el trato
no escrito por el cual, se acude al refrán, de hacer oídos sordos a las
palabras necias. Todo queda en el aire, hasta que se invente la máquina capaz
de recuperar los sonidos. Lo que faltaba, además de las hemerotecas,
videotecas, fonotecas, un aparato que recuperase del éter las promesas vanas.
Menudo compromiso, para políticos, tertulianos y columnistas.
Dicen
los otorrinos, que con el paso de la
edad se nos endurece el tímpano y también dice el sentido común, que con el avance
de las campañas electorales a los electores se les hace más ancho el canal-me-entra-por-un-oído-y-me-sale
por-el-otro.
Ya
tenemos callo de escuchar promesas, pero hay promesas que provocan que nos
removamos y digamos ¿Qué dice éste señor? Quizás los anuncios más imposibles,
los discursos más esperpénticos, las acciones más horteras, formen parte de los
protocolos del marketing político más avanzado. Quizás el señor Rivera diga
estas cosas de fusionar ayuntamientos para llamar la atención, tal como la que hace
años le llevó a posar desnudo en los carteles electorales.
Que
Ciudadanos quiera reducir el número de ayuntamientos, es lógico, pero pasar de
ocho mil ciento veintidós municipios a mil, es como saber de antemano que no va
a ser posible. Nos conformaríamos con bajar a cinco mil.
Por
si acaso, ya saben, ejemplo, Burjadella o Godebur, sería la fusión de Burjassot
y Godella. Pero el problema sabemos que no es el nombre.
La
Administración hay que adelgazarla, pero tienen que haber muchos pactos por en
medio, mucha reflexión, mucha colaboración de los vecinos y mucha valentía
política para adelgazarla. Y no creo que seamos capaces de encontrar el día
para hacerlo.
En
éste momento, ¿queríamos algo más?, ¿un terremoto? Dicho y hecho, ya lo tenemos
y además se habla de Fallas, y hasta de fallas geológicas, como hace tiempo no
se había hablado.
Publicado en Las Provincias 25 Febrero 2015
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