22 septiembre 2009

Afganistán

La semana pasada, Carlos Pajuelo colgó su ironía fina en el perchero, en el mismo que tiene colgado, su sombrero Panamá, en la espera de nuevas aventuras urbanas. Colgó el traje, el mismo lo ha dicho más de una vez, del sarcasmo, con el que combate la realidad de cada día y nos recordó un problema, que por lejano, no deja de ser grave. Nos habló de muerte, nos habló de Afganistán.
De Afganistán sabemos poco, como de muchas otras cosas. Sabemos que un día, de Octubre del 2001, el entonces presidente de los EEUU, G. W. Bush, le señaló como refugio de terroristas y cómplice de Ben Laden en la destrucción de las Torres Gemelas de New York. La venganza como excusa. Comenzaron los terribles bombardeos. Sin imágenes, pero brutales bombardeos.
Suponemos que Afganistán debe de tener un gigantesco valor geoestratégico, tan grande como para que en los últimos treinta años su territorio, haya sido invadido por la antigua URSS y posteriormente por los EEUU apoyados por los países de la OTAN.
Cada vez que escucho que se ha producido un ataque talibán, o sea todos los días, me pregunto, y no debo de ser el único, ¿Quién paga las armas y los cohetes? Y cada vez que leo o escucho, que la fuente de financiación de los talibanes es el cultivo del opio, lo entiendo menos. Entiendo menos, porque existe la certeza que plantaciones de café y caña, de algunos estados suramericanos, en los sesenta, fueron “bombardeados” con larvas, por la CIA, para cargarse cosechas enteras y con ello desestabilizar al gobierno de turno. Sería más barato repetir la experiencia con el opio.
Lo de apelar a que en Afganistán estamos defendiendo los derechos humanos, suena a mucha broma, suena a cachondeo cuando vemos cuantos países, cuantos millones de personas, han sido abandonados en manos de tiranos en Africa.
¿Qué hacemos allí? ¿Qué hacen, aunque sea un número muy limitado, miembros del Ejército español? ¿Qué estamos pagando?.
No estamos, como en Líbano, bajo la bandera de la ONU, en misión de paz. En Afganistán llevamos las armas cargadas. No separamos a combatientes, somos unos de los combatientes.
fmc Publicado en Las Provincias 19 Septiembre 2009

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