25 abril 2008

a la bulgara

No se a partir de que Congreso del Partido Comunista Búlgaro, nació la expresión de “congreso a la búlgara”, como una acepción de que algo se ha aprobado con una mayoría superior al número de asistentes. En aquel congreso votaron los delegados, las sillas del patio de butacas y los extintores del escenario. A los del recuento se les fue tanto la mano, como en el referéndum que tan bien organizó el Sr. Fraga en la España de los sesenta. Eran las cosas que arrastraba la adhesión inquebrantable, las fidelidades políticas o el acollono ante la posibilidad de perder la parcelita, de poder de la que se disfrutaba, en aquellos pagos lejanos y cercanos.

Lo cierto es que aquellas devociones, exportaron la etiqueta “a la búlgara” y hubo lugares en los que además de darle, al invento, una buena bienvenida se pusieron, de inmediato, manos a la obra para incluso mejorarlo.

Digan lo que digan, a los líderes de los partidos no les gustan los debates, aunque con la boca pequeña inviten a participar en ellos. No les gusta que se cuestione, ni sus actuaciones, ni sus decisiones, en lo que consideran como propio, el partido. Ni debates, ni historias, objetivo la aclamación.

Por otra parte, se da la paradoja que esos mismos líderes dicen que no les atraen los efluvios amorosos que suelen expresar los delegados asistentes en congresos, asambleas, comités directivos o como vengan en llamarse, no les suelen gustar, pero no hacen nada para contenerlos, les encanta aunque reconozcan que hay mucho en esa empalagosa adulación que es el preámbulo de las brumas de traición.

Traición que se olfatea en los preludios del inmediato Congreso del PP, que a más de acto de propaganda, adquiere toda la pinta de ser el intermedio para el inicio de la verdadera conspiración por el poder. Al tiempo.

Hablaba de Congresos y de vergüenza y no he podido evitar recordar un Congreso del PSOE, en los ochenta. Era tal la devoción, de los delegados, hacia Felípe Gonzalez, que se pactó que hubiera una voz disidente, para que aquello no diera la sensación de ser una casa monolítica, se eligió para ello al más pelota. Luego al “disidente” se le dio en privado las gracias por su “sacrificio”, una placa y no se si una “baronía” como reconocimiento.

Fernando Martínez Castellano 23 Abril 2008


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