Desde hace unas semanas quería hablar de un primo mío, pero, en el ínterin, Octubre nos trajo de todo, vinieron las lluvias, las goteras, las inundaciones, las fuerzas del más allá hicieron desaparecer a Plá y Rajoy de una ocurrencia para reforzar unas declaraciones, puso en solfa a todos los primos, incluido aquel protector musculoso de zumosol. Por un tiempo, cuando nos refiramos a los primos no tendremos más remedio que acordarnos de Rajoy, igual es una argucia electoral, como cuando mentábamos a los hermanos nos aparecía la pesadilla de Alfonso Guerra, o como cuando nos asoman por el horizonte la infinidad de cuñadísimos que orlan la historia de España.
Decía, porque como Rajoy y como casi todos los españoles, también tengo primos, uno de ellos muy especial, más que primo, al que en el pasado Septiembre, no se le ocurrió otra cosa que tener un pequeño, pero acongojante, achuchón, resuelto por fortuna con prontitud mediante un by-pass que le ha descongestionado el tráfico sanguíneo alrededor de su molinés corazón. Ahora, como no para de leer, que los unos y los otros montan unos saraos de no te menees con cualquier inauguración, él piensa que si se hace eso por un camino comarcal de nada, que él no se va a quedar atrás con todo un by-pass en marcha, total que está por alquilar, como Louis Vuitton, el Mercado Central, para la celebración de un festival por todo lo alto.
Hablando del Mercado Central, me ha venido al teclado los vértigos, mañana serán dolores de cabeza, que está produciendo la continua subida de los precios en la alimentación. Esta vez la excusa, siempre se echa mano a la complicidad de las excusas, es el encarecimiento del precio de los cereales por su empleo como biocombustibles. Historias, historietas, por no decir mentiras, porque en ese saco han metido productos que nada tienen que ver, por ejemplo las cebollas. En este mar revuelto de los precios, hay mucho pescador. Aquí y ahora se huele la especulación. La utilización del euro ayuda. Parece que no se quiera recordar que 50 centimitos de nada, equivalen a ochenta y tres de las viejas pesetas y subidas así entonces, hace solo cinco años, no se solían hacer.
Y aun no han llegado las Navidades, ni la fiesta de mi primo, que igual la utilizan, como pretexto, para subir el jamón.
Fernando Martínez Castellano 7 Noviembre 2007
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