El
capellán, antes de dirigir unas palabras a los asistentes al funeral, observó
el grupo de coronas que había junto al féretro, a las numerosas personas
congregadas, caras conocidas, y dedujo en unos instantes algo, tan alejado de
la vida real del fallecido, que cuando convirtió sus pensamientos en palabras, hizo
que los hijos del extinto se mirasen entre ellos, asombrados, por lo que
estaban escuchando, y que los nietos mayores, hiciesen guiños de extrañeza.
El
panegírico del sacerdote, fue tan encendido, queriendo consolar a los hijos y
al resto de la familia, tal vez también deseando engordar el cepillo de las
limosnas, que adjudicó al difunto unas cualidades que éste, en vida, ni pensó,
ni quizás quiso tenerlas. Mi abuelo Enrique, tuvo muchas virtudes, pero no fue precisamente
la perseverancia en el trabajo, uno de sus rasgos a destacar, por mucho que, en
su funeral, la bondad del oficiante quisiera concedérsela. Sus otras virtudes,
hicieron que los nietos conservemos de él, de su paciencia, de lo que nos enseñó,
un buen recuerdo.
Todo
esto viene, porque me he acordado de la parte anecdótica del funeral de mi
abuelo, porque me he tropezado con un artículo, escrito por un recién
descendido desde otro mundo, que él afirma, superior, que es todo un
panegírico, una loa, una colosal engreída adulación, jabón en busca de
recompensa, dedicado a un figurado empresario, al que deseando darle tanta
coba, llega a poner en ridículo.
Dejémoslo,
estamos en el último día del 14, un año fatal, inolvidable aunque nos
esforcemos en olvidarlo, igual que a sus colegas 13, 12, 11….¿hace falta retroceder
más? Estamos apurando las horas, como si sumándoles veinticuatro más, fuese a
cambiar todo, o tan solo algo, y sabemos que no va a ser así, pero nos lo
queremos creer. Y nos lo repetimos y nos lo repetiremos mil veces, aunque
reconozcamos que cada nuevo día, sea en el mes que sea, debería ser un nuevo
año.
Así,
que vamos a aprovechar las horas bobas de la tarde del 31 para hacernos listas,
para nosotros. Nuestro resumen del 14, lo más querido, lo que nos han dado más
repelús, los pequeño nicolases que todos conocemos, los pelotas, los gorrones
que se pegan como lapas.
Le
decía, días atrás, a un amigo, el 15 va a ser un año cargado de sorpresas. Aunque
si sospechamos que habrá sorpresas, estas ya no serán sorpresas. Sorpresa no
serán los resultados de las elecciones de mayo, serán la consecuencia del día
al día que estamos viviendo, que estamos leyendo, que estamos escuchando.
Sorpresa, más bien milagro, sería que obtuviese el PSOE, una diferencia que le
permitiese gobernar, pero no será sorpresa el que vuelva a tener unos malos
resultados, solo será la resultante de cómo está trabajando en los cuatro años
que transcurren entre urnas y urnas.
Les
deseo el mejor 2015, pese a salarios, pensiones, subidas, recortes, pese
incluso a asombrosos optimismos.
Publicado en Las Provincias 31 Diciembre 2014
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