09 noviembre 2012

SIETE SEMANAS


Si, si, aunque no percibamos cómo corre el tiempo, a este imborrable año, solo le quedan siete semanas. En la octava ya estaremos en Reyes. Ya veremos como vienen los Reyes

Nos hallamos en medio de una tempestad de desastres y calamidades, que se repiten como las mañanas de aquella película de la marmota, predicciones de un futuro más que desastroso para el 2013, promesas incumplidas, historias de ineptitudes, la frase de Obama “Lo mejor está por venir” aparece como un hilo de esperanza al que nos conviene engancharnos aunque, todavía, no seamos el Estado número cincuenta y uno de los United States.

Si Europa no nos acaba de creer y querer, si estamos condenados a ser una segunda Grecia y ya que el cambio de política en Merkel y Rajoy es impensable, busquemos el bálsamo a nuestros males al otro lado del Atlántico. Los duelos con pan, son menos duelos y a nosotros ya nos está faltando mucho pan y aun mucho más el confiar en algo.

Agarrémonos al optimismo post electoral de Obama, porque poco hay a que cogerse aquí y ahora.

No sé porqué, acabo de acordarme de la señora Pajin, de aquellas sus arrobados augurios de encuentros en la tercera fase, entre su pigmalión, Rodríguez Zapatero, al que nunca estará suficientemente agradecida, y el presidente de los EEUU. Recordando hasta donde llegó la señora Pajín, su deslumbrante carrera, casi comprendes la caótica situación actual del PSOE del que llegó a ser la número dos, y aun te asombras cuando piensas en qué manos estuvo España, en qué cabezas pensantes se sentaban en el Consejo de Ministros. Con aquellos mimbres se tejieron estos cestos.

Y es que si escarbas un poco en la memoria, o en las viejas agendas, constatas en qué se perdía el tiempo en los años en los que nos creíamos los más ricos del mundo, en qué inutilidades, iba a decir gilipolleces, se nos escapó la energía, a los ciudadanos y a los que debían administrarnos. Pocas cosas, incluidos los calendarios, resisten el paso del tiempo.

En la Valencia de hace siete años se debatía sobre el calibre de los “árboles del amor”. ¿Quién se acuerda de aquello? ¿Para que sirvió aquello? Hace solo siete años. 
Ahora, ni se debate sobre asuntos básicos. 

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