15 septiembre 2011

EL TORO Y LAS LUNAS


El bravo animal acosado,  en medio del gentío, paró en seco, tenía que descansar un poco de la carrera. Notó como le desafiaban. Como siempre. Ya había pasado otras noches, ya sabía como el alcohol fabricaba valientes. Miró a su alrededor. Vio unos carteles tras unas cristaleras. No sabía leer, por regla general los toros no saben leer, pero algo le dijo que aquellos anuncios tan coloreados no decían del todo la verdad. Había escuchado en el corral, voces que decían que las cosas no iban bien, que en el invierno seguro que recortarían todo, hasta su ración de pienso, que los bancos no soltaban un duro, que no aparecían responsables, que nadie asumía que se hubiera equivocado, que pintaba muy negro el presente y el futuro. Alzó la cabeza, las astas pinchando el cielo, frente a él estaba el inconfundible logo. Hasta un toro sabía que ahora aquello era un banco. Buscó la puerta y la encontró. Bramó, rascó el suelo con las patas delanteras. Agachó la testuz, tomó una ligera carrerilla, la gente aterrada se apartó, chilló. Un par de topetazos y la puerta del banco se abrió de par en par, las lunas hechas polvo. Gritos, olés y aplausos.
El gentío estupefacto se preguntaba ¿Habrá pedido un préstamo hipotecario y le han dicho que nones?, ¿Tanto le ha molestado la subida de comisiones?, ¿Hasta los toros se han enterado de lo que nosotros no queremos enterarnos? ¿Será por el recibo del agua?
“Renegón”, ese era el nombre con el que el ganadero había inscrito al toro, acabó su trabajo aquella noche. Corrió las calles de arriba a abajo y de abajo a arriba, dio unos revolcones, fue aplaudido como en su vida, en fin todo un profesional de la fiesta subvencionada. Quedó satisfecho con lo de la puerta. Sin matar a nadie había gozaría de unas líneas en la prensa y una anotación en la partida de gastos de la entidad bancaria. Sería, por unos días, tan famoso como su primo de Wall Street, el de los testículos manoseados.
NOTA. Lo del destrozo de la puerta es real. Sucedió la semana pasada en un pueblo del Camp de Morvedre. Lo que no es tan cierto, es que los toros sepan leer. Tampoco creo que la Crisis les preocupe tanto como a los que estamos al otro lado de la barrera.

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