Valencia nunca se planteó el tener, como Sevilla, un gran espacio, en el que se concentrase toda
Las Fallas de Valencia, nacieron sencillas y desperdigadas, desde las entrañas de sus viejos Barrios, desde unos cuantos vecinos que vivían en la misma calle, animados a montar un monumento de más o menos calidad, crítico con quien ostentase el poder, con la sorna, que siempre caracterizó a los valencianos, por delante. En aquellas Fallas si que importaba la conexión con el vecindario, el cobrador de la falla, un vecino más, era uno de los personajes conocido por todos. La falta de dinero se suplía con la imaginación, con mucho “ingenio y gracia” y con el salvavidas final de los “falleros de honor”. Pocas tracas, alguna verbena. Las fallas con posibles, tablado y orquestina, las más ricas con “parador”. Fueron otros tiempos, llegó el gigantismo. ¿Hasta donde?
La ciudad creció, el número de comisiones se multiplicó, la exageración lo ocupó todo, el exceso llegó con las carpas, carpas para todos. Mientras las Fallas, las comisiones que se encerraron en si mismas, fueron perdiendo la acidez de la ironía y ganando puntos en una coba empalagosa de acatamiento al poder cercano.
La ciudad, casi un millón de vecinos, bloqueada, desbordada, desde primeros de Marzo, con cinco de cada seis habitantes jurando en arameo.
Cada año abundan más las pugnas entre vecinos y vecinos falleros. A estos últimos hay que darles las gracias por ser el motor de la fiesta, pero hay que recordarles que los otros vecinos también existen.
Las pequeñas empresas, las que tanto aportaron a las Fallas, denuncian que por el cierre de calles están perdiendo hasta el 20% de sus ventas. No hay más remedio que ir pensando en algo. Reflexionar, poner en marcha la imaginación, la que desapareció, tomar decisiones por arriesgadas que parezcan.
La fiesta que es de todos, de los que la hacen, de los que la disfrutan, de los que les toca trabajar en los días más incómodos y hasta de los que reniegan entre dientes, tiene que seguir siendo de todos. En esto, por lo menos, que no haya más enfrentamientos.
¡Mira que si tuviésemos que empezar a no desdeñar lo del “real de las carpas”!.
Fernando Martínez Castellano 13 Marzo 2007
Publicado en Las Provincias 16 Marzo 2007
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