Nos decían los titulares, que se va a regenerar un antiguo vertedero de Sagunto depositando sobre él, tres capas impermeables de tierra, después se plantarán unos cuantos arbolillos y aquí no ha pasado nada. La humeante huella del vertedero que se percibía desde la A7, quedará sustituida, en los años, por un brochazo verde. Futuro verde esperanza, si aplicamos esa regla de tres de ir cubriendo los vertederos por masas vegetales. Futuro verde esperanza para todas las entradas terrestres a Valencia, perladas hoy mismo por centenares de improvisados basureros en los que se acumula de todo, absolutamente de todo.
Hace dos o tres veranos escribía una “fila india” en la que me asombraba del extraño olfato de los gorrillas para detectar cualquier acontecimiento. Fueras donde fueras de la ciudad, convocado por cualquier evento, y allí que te los encontrabas, en legión, esperando la llegada de los vehículos. Era como si estuviesen conectados vía satélite.
En lo de los vertederos casi sucede lo mismo. Pasas por un sitio, ves un montón de escombros. Al cabo de unos días vuelves a pasar. Ya no hay un montón, ya hay toneladas, descarga tras descarga. Azulejos, sanitarios, ladrillos de derribo, neveras, calentadores, colchones, de todo. Lo malo es que en Valencia no hay un sitio en esas condiciones, hay cientos. Y se multiplican día a día.
Si lo miramos desde un punto negativo digamos que esta es una de las imágenes que también mostramos a los visitantes, al creciente número de visitantes. Pero tenemos que tomarlo desde un punto de esperanza, de un verde esperanza. Llegará un día en que el Ayuntamiento de Valencia se dé cuenta de que tiene a la ciudad cercada por miles de femers y entonces, no tendrá más remedio que enterrarlos con unas capas de tierra y replantar allí, cualquiera de las florales sustituciones del caprichoso puente. La cosa es que le echemos un poco de fantasía al asunto y donde hoy vemos basura y más basura, imaginaremos un cinturón verde. Quizás es ese el “cinturón verde” al que tanto se están refiriendo desde hace años.
Mi amigo Luis, que a veces es mal pensado, cuando haya leído lo de “V de Vertedero” habrá creído que iba por otros pagos. Ya hablaremos. Hay tiempo y libertad.
Fernando Martínez Castellano 17 Mayo 2006
Hace dos o tres veranos escribía una “fila india” en la que me asombraba del extraño olfato de los gorrillas para detectar cualquier acontecimiento. Fueras donde fueras de la ciudad, convocado por cualquier evento, y allí que te los encontrabas, en legión, esperando la llegada de los vehículos. Era como si estuviesen conectados vía satélite.
En lo de los vertederos casi sucede lo mismo. Pasas por un sitio, ves un montón de escombros. Al cabo de unos días vuelves a pasar. Ya no hay un montón, ya hay toneladas, descarga tras descarga. Azulejos, sanitarios, ladrillos de derribo, neveras, calentadores, colchones, de todo. Lo malo es que en Valencia no hay un sitio en esas condiciones, hay cientos. Y se multiplican día a día.
Si lo miramos desde un punto negativo digamos que esta es una de las imágenes que también mostramos a los visitantes, al creciente número de visitantes. Pero tenemos que tomarlo desde un punto de esperanza, de un verde esperanza. Llegará un día en que el Ayuntamiento de Valencia se dé cuenta de que tiene a la ciudad cercada por miles de femers y entonces, no tendrá más remedio que enterrarlos con unas capas de tierra y replantar allí, cualquiera de las florales sustituciones del caprichoso puente. La cosa es que le echemos un poco de fantasía al asunto y donde hoy vemos basura y más basura, imaginaremos un cinturón verde. Quizás es ese el “cinturón verde” al que tanto se están refiriendo desde hace años.
Mi amigo Luis, que a veces es mal pensado, cuando haya leído lo de “V de Vertedero” habrá creído que iba por otros pagos. Ya hablaremos. Hay tiempo y libertad.
Fernando Martínez Castellano 17 Mayo 2006
Publicado en Las Provincias 19 Mayo 2006
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