Tan solo hay que retrasar el tiempo nueve años,
corría el segundo semestre del año 1995, E. Zaplana acababa de ganar las
elecciones autonómicas.
Por entonces, Valencia era una ciudad llena de expertos
en música, heráldica, filología, a estos especialistas de repente se les
sumaron cantidades ingentes de conocedores de la aeronáutica y la meteorología.
Con tal de cargarse la Torre de Comunicaciones, de la que ya andaba bien avanzada
la cimentación, cosas del gobierno autonómico anterior, se movilizaron todos
los “entendidos” con ganas de figurar. Desde constructores de cachirulos,
pajaritas y aviones de papel, pasando por pilotos domingueros y enganchados a
los vuelos simulados desde el ordenador de su casa, todo el mundo lanzó el
oportuno “informe”, por supuesto en contra de la Torre de Calatrava, para que
constasen en acta sus amplios conocimientos sobre el terrible peligro que
suponía el pirulí valenciano. Se llegó a decir, que su altura atraería todas
las descargas eléctricas de este lado del Mediterráneo, y por supuesto que
todos los aviones que se entrasen-saliesen de Manises se rascarían el fuselaje
con las agujas de la construcción.
Todo y todos formando un coro con el fin de
servir de “cobertura técnica” para justificar el cambio de un proyecto por
otro. En el aire quedará la duda de que hubiera sido más rentable para la
Generalitat, una Torre de Comunicaciones o el Mega Teatro de la Opera.
Con la presentación del manhattan valenciano, una
de las maquetas más imaginativas que jamás se hayan presentado, no tenemos más
remedio que preguntarnos qué es lo que ha cambiado para que lo que ayer era muy
peligroso para el tráfico aéreo haya dejado de serlo, pese al sensible
incremento de vuelos. Si no querías Torre, ahí te van tres o cuatro
rascacielos. Se aduce que son unos cuantos metros menos de altura, pero se
omite que se está más próximo al llamado “pasillo de aproximación”.
Tiene
bemoles, que ahora se tenga que construir lo que no se construyó, por una
decisión política disfrazada de técnica, para poder pagar lo que sustituyó, la muy
espectacular Mega Opera que vete a saber lo que nos va a costar, a la nonata
Torre de Comunicaciones.
Fernando
Martínez Castellano
10 Noviembre
2004
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