07 septiembre 2004

baile de cifras

¿Qué sucedería si el Consell reconociese que efectivamente en este ya casi pasado verano, ha habido un ligero descenso en las tasas de ocupación hotelera?. No pasaría nada, al contrario, se dispondría de unos cuantos meses por delante para corregir lo que se pueda corregir y promocionar lo que se tenga que promocionar.

Sin dramatismos, sin rasgamientos de vestiduras, sin poner a funcionar el cadalso en la plaza mayor.

Empecinarse en negar por un lado lo que por otro andan afirmando los profesionales del sector, no conduce a nada, a marear la perdiz con unas cifras que todos ponen en duda y que lo único que se va a lograr con ello es que se lleguen a cuestionar, aun más de lo que están, las cifras que salgan de los organismos oficiales. Cuando la Administración se empeña en decirles a los ciudadanos algo muy distinto de lo que ellos están percibiendo por otros caminos, a la larga cae sobre toda la Administración la niebla de la sospecha. Aunque no venga al caso, o a lo mejor si, los distintos gobiernos, autonómicos o municipales, en los que todavía detenta la responsabilidad máxima el partido popular, deberían de estar muy escaldados por experiencias recientes a nivel nacional, de lo que supone despejar balones no utilizando la herramienta de la verdad. No tienen nada que ver las cifras de los turistas que nos han visitado con otros dramas muy duros que afectaron al pueblo español, pero precisamente por ser mucho menor el asunto turístico no acabas de entender el porqué de la enrocada.

Ni tan siquiera se había sentado frente a la mesa de su despacho, cuando la nueva Consellera de Turismo manifestó rotundamente su postura continuista, poniéndoselo de paso “a huevos” a la oposición que se pregunta ¿para qué pues el cambio?.

O es que de todo hacemos “cuestiones de estado” o es que no tenemos más remedio que caminar por la senda de la “infalibilidad del pensamiento único”. Y ahí, casi en la cota en la que están instalados los dogmas, nos han metido “el sol y playa”, que también podría entenderse como “barrera de cemento a lo largo de toda la costa”. El que no opine así, es como un loco que anda suelto jugando peligrosamente con la apostasía.

fernando martinez castellano 7 Septiembre 2004

Publicado en Las Provincias


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