Aquí estamos, esperando con que nos va a acabar
de petrificar Octubre. No es por lo especialmente caluroso, lo de las
Estaciones ya hace tiempo que saltó por los aires, mucho antes de que nos lo
montásemos con los ciclos de los siete
años del Niño y los otros siete de la Niña, con las corrientes del Pacífico yendo
hacia Japón, o a la costa de Chile. Ya nadie se acuerda. El Niño y la Niña, duermen en los cajones de las viejas
redacciones. Ni tan siquiera se pregunta por ellos a Podemos. Y mira que es
raro que no se le haya ocurrido a la Sexta, requerir, con esa excusa, al
oráculo del nuevo producto político, amamantado, criado y mimado en los brazos
de sus “prime times”.
Decía que aquí permanecemos a la espera del nuevo
pasmo que ya definitivamente acabe con nuestra paciencia de ciudadanos.
Cuando creíamos que ya estábamos curados de todo
espanto y de todo escándalo, que ya nada nos podía dejar más patidifusos, va y
aparece el lío de las Tarjetas Negras. Lío menor, los millones dilapidados por
los agraciados, sin vergüenza, de Caja Madrid, con lo de las tarjetas opacas,
es peccata minuta comparado con todo lo que se ha hecho de luiscandelismo en la
mayor parte de las Cajas de Ahorro, incluida “nuestras” Bancaja y CAM. Pero lo
que asombra es que en este recién destapado atraco de los directivos de Caja
Madrid, es comprobar que los mismos ingredientes, los mismos apellidos, las
mismas jetas, están en otros guisados y desaguisados que han llenado,
recientemente, primeras páginas.
Y los tíos, merecen calificativos más despectivos, están
en la calle, hasta corremos el peligro de que cuando se tropiecen con un micrófono
amigo abierto, nos suelten una perorata sobre cómo debemos, porque España no va
bien, apretarnos un agujero más el cinturón, como tenemos que adaptarnos a los
duros tiempos que nos toca vivir, etc., etc., cuando ellos han sido una de las
piezas de este rompecabezas de miseria en que estamos metidos y se los han
llevado, los euros y antes las pesetas, calentitos. Y parece que no pase nada,
porque los escándalos, como las corrientes del Pacífico, se suceden, se cubren,
los unos a los otros.
Ahora mismo, nos asombramos de la intrepidez del
“pequeño Nicolás”, intrepidez forrada con una cara dura de impresión, y nervios
para meterse en recepciones reales, codearse, y compartir canapés con las
fuerzas vivas más vivas de este País. Pero Nicolás solo ha sido un pícaro, un
pequeño pícaro, con mucho photoshop y con una gente que no encontraba anormal
que aquel imberbe niñato, que presumía de joven cachorro pepero, hubiese hecho
una carrera tan rápida. Todo lo más, se preguntaban de quien sería hijo o
asesor, el pequeño Nicolás. Un picarillo más, en un País lleno de lobos y
caperucitas vestidas y desvestidas, a golpe de Tarjetas Negras, que, atentos,
seguirán apareciendo.
Fernando Martínez Castellano
20 Octubre 2014
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