Hay días, cada vez son más, en los que necesito
reírme un rato. Es como un tratamiento, como las pastillas de la tensión. La
risoterapia genera beneficios mentales y emocionales. Reírnos nosotros o ver
reír a las personas próximas, nos produce dividendos añadidos. Incluso los hay
que disfrutan aun más, pues el carcajear es la excusa que les permite mostrar
el último pastonazo que se gastaron en las fundas dentales que les plantaron
recientemente.
A lo que iba, cuando quiero reír, o sonreír en el
silencio, busco en el reproductor, el video de Dolores Cospedal en el que
intentaba explicar lo inexplicable, aquello de la simulación del despido
diferido programado, que no era ni despido, ni diferido, ni programado. ¡Qué
quieren que les diga!, el ser humano es tan cruel, que se desternilla con los
resbalones de sus congéneres, desde los tiempos del padre Abraham, pasando por
las películas de Keaton, Chaplin, Lloyd y un largo etcétera de insignes y otros
no tan insignes, como es el caso de Mariló Montero y su empeño de estar en boca
de todos, a base de meteduras de pata propias o guionizadas.
Ya que estaba en lo de reproducir videos para
alegrarnos la vida, para mi, ha habido una escena, una de las muchas que nos
han ofrecido las noticias durante esta última semana, que fue la comparecencia,
por decir algo, de D. Jordi Pujol en el Parlamento Catalán. Una vez finalizada
la comparecencia, presencia, declaración, bronca, amenaza del señor Pujol, se
produjeron una serie de imágenes que me dejaron un tanto confundido.
Aquello era como un “deja vu”, lo había visto
antes, lo había soñado, o era uno de esos inquietantes juegos que, en milésimas
de segundos, te montan entre la vista y la memoria. Así estuve un buen rato. De
repente ¡zaas!, se descifró todo, estaba claro esa escena ya la había visto, y
millones de personas más la habíamos visto. Me había faltado la música de
fondo, la música de Nino Rota.
Jordi Pujol, de pie, apoyado en la mesa, los
parlamentarios afines, de CiU y adyacentes, saludándole uno a uno, algunos casi
inclinando la cabeza, apretándole con las dos manos. Aquello era clavado a los
primeros minutos de El Padrino, aquello era como la boda de la hija de Don Vito
Corleone, solo faltaba la música, hasta parecía que Francis Ford Coppola
estuviese dirigiendo el besamanos.
¡Claro que me lo grabé! Para ver la escena del Parlament como veo la del
Diferido Simulado y por supuesto las dos primeras partes de El Padrino. El cine
imita la vida y la vida falsea al cine.
Todo esto, al margen de que las palabras de Jordi
Pujol, me sonaran a vacías de sinceridad y llenas de amenazas a mucha
gente.
El viernes 26 de septiembre, No Tocaba decir la
verdad. Ni en Barcelona, ni en Valencia, ni en Madrid, ni tampoco en Singapur.
Como siempre, nos siguen tomando como a imbéciles.
Fernando Martínez Castellano
1 Octubre 2014 publicado en Las Provincias
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