Tengo
un buen amigo, que dice que cada noche después de ver los telediarios, sale a
su jardín, y piensa que es un almendro. No ha aclarado, si aun está en flor, o
si ya produce almendras. Es una manera de evadirse, otro modo de no lanzar,
cada día, una silla contra el televisor. No daríamos abasto para pantallas.
Cuando hablan de la “condena del telediario”, no tengo claro si el condenado es
al que le han destapado el amaño, o al pasivo, estupefacto y abrumado ciudadano
que recibe su casi diaria sesión de revelación de corrupción tras corrupción.
España
es un país tan rico como divertido. Hemos debido de ser muy ricos para sobrellevar
tanto depredador, tantas rémoras adheridas a los dineros públicos.
Está
todo muy jodido, pero en todo momento salta la chispa que nos hace soltar un
¡¡no tenemos remedio!!. Vivimos en la complacencia del perenne autoengaño.
Debemos de tener, allá en el fondo, no importa de cual de los pueblos que
invadieron Iberia, unos genes de lo más adaptables a todo, porque ya me dirán tal
como está el panorama, y lo que aguantamos, y lo que nos inventamos para llevar
la cruz sin que nos salga una úlcera gástrica cada veinticuatro horas. Con
razón dicen que somos el país europeo que bate récords tragando omeprazol.
Y
decía, por ahí arriba, que somos de gente, que pese a todo lo que nos está ocurriendo,
incluso antes de querer ser un almendro, o un níspero, hasta somos capaces de
bromear cuando aparece el Marcos Benavent de turno, queriéndonos endosar una
milonga de tres pares de narices.
Ya
Carlos Jesús, hace treinta años, con sus fiuss, fiuss, sus dedos formando triángulos
en el espacio, y sus millones de naves procedentes de Reticulín, en la
constelación de Orión, nos avisó de lo que nos podía pasar. Y vaya si nos ha
pasado.
Marcos
Benavent ha realizado numerosos y pintorescos viajes, algunos mal pensados
dicen que le acompañaba Mariano Rajoy, que Rajoy no estaba en la burbuja de la
Moncloa, que el aun presidente del Gobierno estaba por ahí, abstrayéndose de la
realidad. Porque no ha sido el señor Benavent con su apariencia de místico,
gurú, el único que pretende desviar la atención hacia otros escenarios. Y ya
metidos en disfraces, si a Benavent le sale bien lo de las meditaciones, tai
chi, tantras, piercings, tatuajes, pantalones bombachos y la estética hippie, le
ha afectado el capitulo final de Mad Men, si le sale bien, es que éste País es
la releche.
Pero,
¿Cómo dudo de que le pueda fallar el plan a Benavent, si tenemos a Barcenas, al
gran Barcenas, dando cursillos de formación sobre cómo detectar la evasión de
capitales a paraísos fiscales?
Lo
dicho, tanto esperpento por metro cuadrado, nos ha curado de espanto, nos transfiguraremos
en almendros, o estaremos para irnos de vacaciones a la Pampa argentina, o a la
estepa rusa aunque no nos lo pague la Diputación de Valencia, pero seguiremos.
Publicado en Las Provincias 3 Junio 2015
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