Fue un día gris de la semana pasada, cielos cargados
a la espera de vaciarse, fenómeno del que ya casi no nos acordábamos en estos
pagos tan sedientos de agua, de financiación y de justicia.
En la mesa éramos doce comensales, parte del
Bosque Perplejo. Con personas tan variadas como las especies de un bosque. No
vamos más allá de la palabra y alguna colación.
Apenas recuerdo lo que comimos, pero vamos a
decir que nos reunimos alrededor de un gazpacho manchego, que queda mejor con
el día que hacía y hasta con el nombre del restaurante.
En los entrantes, nos marcamos nuestras líneas
rojas, no solo Fabra, el de la calle Caballeros, utiliza el rotulador, otros
también lo manejamos incluso casi tan mal como él, con tantas dudas como él.
Pero nosotros podemos meter la pata, él no debe. Acordamos hablar de lo divino
y de lo humano, pero evitaríamos citar al omnipresente Nicolás y al inmaterial
Corredor del Mediterráneo.
Creo que fue C., el que primero citó a Jorge Vestringe,
y su sorprendente identificación con el neonato Podemos. No sé porqué, mi
auto-corrector se empeña en sustituir Vestringe por Restringe, Nos perdimos en
la relación y abanico de partidos y fundaciones por los que había transitado el
inadaptado devoto de Fraga. Y claro, salió Don Manuel, y la extraña postura de su partido en el
referéndum de la Constitución, allá por el 78, y siendo Fraga Iribarne uno de
los “padres”, uno de los co-redactores, cómo sus seguidores estuvieron por la
abstención. Dado que los hombres, o por lo menos los que allí estábamos, somos
cruelmente cotillas, cargados de años y aun más de memoria, volvimos a
Vestringe, y hete que alguien recordó a su anterior esposa María Vidaurreta.
Detrás de la ex de Vestringe, saltó a la mesa, ya íbamos por el segundo plato,
el nombre de José Luís de Vilallonga, al que estuvo unida por el papel de
couché, y por algo más, durante unos meses.
Vilallonga, decían que era marqués y grande de
España, fue uno de los sablistas, bribones y caraduras más garbosos que ha
pisado el planeta Tierra. Vilallonga presumió de saber mucho del Rey y aun
presumió más, de haberse acostado con todas las actrices de Hollywood. Le
regaló El País una página en su suplemento de fin de semana para que luciese
sus encantos literarios, encantos con los que exhibió su desfachatez al copiar,
letra por letra, la primera página de “Memorias de Adriano” de Margarita
Yourcenar, para alabar, enjabonar al, entonces, todopoderoso Felipe González. Hablábamos
de pícaros, y ¡zas! salió Nicolás. Nos saltamos, igualito que le sucede a Fabra,
Alberto, las rayas rojas que nosotros nos habíamos marcado.
Ya estábamos en el cortado, descafeinado de
sobre, cuando me telefoneó mi prima Fina Gil, recordándome que tengo que acercarme
a Ontinyent en la Inmaculada.
Salimos a la calle, ya llovía, y todo seguía sin
resolverse.
Publicado en Las Provincias 3 Diciembre 2014
Publicado en Las Provincias 3 Diciembre 2014
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