Viernes 7, “Mis viajes privados, los pago yo”,
dijo un indignado Monago. Aplausos de la concurrencia y gritos de ¡Presidente!,
¡Presidente!.
Sábado 8. Veinticuatro horas después, mismo
escenario, similares presentes, “He pedido al Senado que me digan a cuanto
ascendieron los viajes, a Tenerife, voy devolver el dinero que gasté”. Aplausos
y más gritos de ¡Presidente! ¡Presidente!. Alguna que otra lágrima y algo de
moqueo.
Les había mentido, nos había mentido, allí mismo
delante de todos, y le aplaudieron y jalearon. En unas jornadas de transparencia.
De locos.
Entre viernes y sábado se permitió, Monago, soltar otra
perla “Dimitir sería hacer dejación de responsabilidades”. Si, si esto lo dijo
Monago, el que se proclamaba adalid de la anticorrupción, el que se permitió
calificar, ante la reclamación de cambiar la financiación autonómica, a sus
compañeros de partido a los Presidentes de Murcia, Baleares y Comunitat
Valenciana, como el “Triangulo de las Bermudas”. ¿En qué triangulo estaba
pensando el picaron Monago?.
Lunes 10. El aun presidente de Extremadura,
extiende un cheque para pagar sus treinta y tantos viajes privados a Tenerife.
No ha dimitido, no ha sido todavía denunciado por mal uso de los dineros
públicos.
¿Cuantos viajes privados hemos pagado a Monago, y
otros Monagos, en este descontrol?
España va bien. Todavía puede soportar unos
cuantos escándalos más. Pero que no tensen demasiado la cuerda porque el corsé
puede reventar.
Hasta Esperanza Aguirre, la que está en todas las
salsas, la que se nos mete en casa en todos los telediarios, ha dicho “No voy a
dimitir, cuando el barco se está hundiendo” ¿Quién ha abierto los coladeros
para que entre el agua, la molicie de la corrupción y el saqueo, a raudales?.
Hay que dimitir, hay que tener la dignidad de
marcharse a tiempo, hay que reconocer los errores, hay que mirarse al espejo y ser
capaces de confesarse que las ideas se están secando, que la ilusión de los
primeros días, meses, años, ya pasó. Hay que saber poner el punto final.
Eran los tiempos de la dictadura, eran los
tiempos en los que se hablaba, se escribía a tres bandas, los tiempos en los
que aprendimos a leer entre líneas, a veces acertábamos, otras los lectores
íbamos más allá que el autor del escrito.
Tengo por ahí, en alguna de las carpetas
azulonas, el recorte de un artículo de Rafael Calvo Serer, “Retirarse a
tiempo”, publicado en 1968, en el que de una manera indirecta y mediante una
sutil comparación con Charles De Gaulle, le pedía a Franco, sin nombrarlo, que se
retirase. Fue pedirle peras al olmo.
El censor también leyó entre líneas. El periódico
fue cerrado.
Los que pedimos ceses, dimisiones, cumplimientos
de líneas rojas, no vamos contra el sistema, otra perla de Monago, hablamos,
escribimos para salvar la convivencia, que no es poco.
Fernando Martínez Castellano
Publicado en Las Provincias 12 Noviembre 2014
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