Sábado de agosto. Sol perpendicular. Día de bochorno. Calle Lauria, vacía,
hasta pudimos elegir, sombrita en los números pares. Valencia desierta por la
suma de crisis, sofoco y acongojo ante lo que aun puedan traer los Consejos de
Ministros en los Viernes de Dolores.
Compramos
la prensa, en los agostos, en Valencia, hay que ponerse las zapatillas de media
legua o sacar el coche para comprar el pan y el periódico.
De
vuelta, desde lejos, descubrimos un papel en el parabrisas. Susto al canto.
Cogí la media cuartilla, la metí en el bolsillo, por no tirarla al suelo, hay
que cooperar y más en tiempos de penurias, y porque desde que me hice forofo de
Mad Men, me gusta más cualquier publicidad.
Al
llegar a casa, después de leer mi doble ración de noticias impresas, después de
ponérseme los cuatro pelos que me quedan como agujas de tejer, de tanto
asomarme al precipicio, después de haber leído con que alegría e
irresponsabilidad se habla del “esperanzador futuro de la España rescatada”, suena
como otra burla, me puse a ojear la media cuartilla encontrada en la “zona
cero” de Valencia.
¡Caspita!,
no sé si está bien escribir ¡coño!, ésta es la solución para el quietismo de Rajoy,
el remedio a todos nuestros problemas, fue lo primero que se me ocurrió. “Profesor
J. gran vidente africano internacional. Trabajo serio y garantizado”. Seguía la
media cuartilla. “Soluciona todos los problemas. Resuelve todo tipo de apuros
por difíciles que sean en tres días” y enumeraba todo lo que era capaz de solventar,
conflictos, trabajo, negocios, aprietos judiciales y de amor. Más o menos,
leías entre líneas, que el Profesor J. hasta es capaz de plantarse en Berlín,
cantarle las cuarenta a la Merkel, manifestar al BCE que ya está bien de
vacilar, y después volar a Wall Street, zarandear al “Gordon Gekko” de turno y
decirle que deje de tocar las pelotas de la Prima.
Todo
esto, las soluciones, en un trozo de papel pegado a un parabrisas. Como el
Presidente de Gobierno va en coche oficial, no le ponen estas cosas y no se
entera que este profesor merece como mínimo un ministerio. Acabo de enviar el opúsculo
a Moncloa y una fotocopia a Zarzuela. Veremos.
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