Calorcito, pese a la tregua estival, a la espera
del “ferragosto” y del “invierno”.
Cuando comenzó el chirimiri de medallas olímpicas,
le dio por irse al más popular de los bandidos, Sancho Gracia, el eterno Curro
Jiménez, el que robaba, a los franceses y a los ricos, para dárselo al pueblo. Justito lo contrario de lo que sucede ahora.
Aunque la nómina, y esos siempre cobran, de Bandidos,
con mayúscula por la cantidad, sigue creciendo, porque por uno bueno que sale,
entran decenas. En la empresa del bandidaje no hay listas de espera, ni de paro.
Creciendo como los champiñones en los túneles de la línea Utiel-Baeza.
Por cierto, en estos momentos en los que han aflorado
tantas obras inútiles, tantos aeropuertos sin aviones, tantas piscinas secas,
que se construyeron en los años de fantasiosa opulencia, a todos los
nostálgicos del franquismo, que los hay en estos tiempos de ahogo, cabría
recordarles que en los años de la dictadura también se realizaron macro-obras
que luego fueron macro-fracasos. Pero como no había oposición, porque se había
laminado, como la prensa estaba amordazada y maniatada, el pueblo, que tampoco
estaba para muchas roscas, no se enteró, o si se enteró, tragó y calló. Un
ejemplo de aquel manirrotismo fue la línea férrea Utiel-Baeza.
Por allá arriba, hablaba de medallas olímpicas, y
eso me lleva a otras cosas. El Gobierno de España, es mi opinión, debería de
dirigirse, antes de que nos saquen a gorrazos de las candidaturas, al
Ayuntamiento de Madrid, y muy seriamente
disuadirle de organizar los Juegos Olímpicos de 2020. Creo que España,
Madrid se apoyaría naturalmente en España, no está ahora, ni lo estará en los
próximos años, en condiciones de montar, dignamente, el tinglado que suponen
unos Juegos. Una cosa es la ilusión, y otra muy distinta y muy distante es la
realidad que es ahora muy cruda con España. Sosiego, y cuando se haya levantado
un poco la cabeza, presenten la opción para el 2032 o sucesivos.
Estaba, en un principio, con lo de los Bandidos,
con esas grandes familias que se lo han montado para vivir de los dineros
públicos, generación tras generación, y pensaba en tantos apellidos, que me
haría falta otra columna y la página de esquelas. Se enchufa uno y a partir de ese instante, la distribución de corriente, del erario público por supuesto, se derrama por todo su entorno. Maridos, esposas, hijas, nueras, yernos, hijos, sobrinos, amigos, amigas, entran a formar parte de esa clase, de esa "gran familia" que vive de la teta nacional. Y esto no hay quien lo arregle.
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