Te da más que rabia cuando compruebas la
velocidad en la destrucción, que una pandilla, o menos, puede causar en una
noche de aburrimiento o de querer batir records.
Creo que fue al día siguiente de abrirse al
público, cuando nos dimos una vuelta por el nuevo jardín que ocupa el espacio
del Viejo Hospital, en la calle Guillén de Castro, en Valencia. Me gustó, pero
pensé que aquel sitio iba a durar muy poco en el estado que se encontraba.
A los quince días se habían cumplido mis peores
pronósticos.
Está claro que hay individuos que quieren mostrar
su absoluto rechazo con lo que les rodea, su asociabilidad salta a la vista en
cada uno de sus gestos de destrucción. Les mata su tedio. Insulta su seguridad
de que no les va a pasar nada, si les sorprenden con las manos en la masa.
Hay que hacer algo. La Ciudad, la ciudadanía
tiene que defenderse de esta clase de individuos. No les debe de salir gratis
una noche de estragos. La quema de contenedores, de coches, la destrucción del
mobiliario público, el destrozo de los Tinglados del Puerto, el ácido en las
lunas de los escaparates, la muñeca fácil con el spray, tiene que tener su
condena. No son chiquilladas, son bastante más. Nada de esto se puede
contemplar con la más mínima concesión a “cosas de la situación de crisis”,
“rebeldías de juventud”, “rebotados”. Estupideces. La ciudad no es ni del
alcalde ni de la alcaldesa, de turno, por muchos años que estén en el cargo,
por muchas expresiones que lleven a que se crea algo así, la ciudad, el pueblo,
la calle, es de todos los ciudadanos que vivimos en ella, hayamos nacido aquí o
miles de kilómetros más allá.
Me asombra la falta de respuesta de los partidos
políticos, cada uno ya va bien con sus problemas, el silencio de los
representantes públicos, gobiernen o estén en la oposición, ante el vandalismo
que impide que nada esté medianamente presentable.
Lo peor, es que aun es mucho más devastador el
vandalismo de cuello blanco, los que deberían dar ejemplo, los que les pagamos para que den ejemplo. Y todos los días,
los vándalos de trajeados, soberbios, despectivos, desfilan ante nosotros
mostrando la impunidad, que nosotros los paganos, les hemos dotado.
Lo aun mucho peor es que "ellos" no tienen remedio.......y nosotros tampoco por tener una paciencia infinita.
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