Si, si, aunque no percibamos cómo corre el
tiempo, a este imborrable año, solo le quedan siete semanas. En la octava ya
estaremos en Reyes. Ya veremos como vienen los Reyes
Nos hallamos en medio de una tempestad de
desastres y calamidades, que se repiten como las mañanas de aquella película de
la marmota, predicciones de un futuro más que desastroso para el 2013, promesas
incumplidas, historias de ineptitudes, la frase de Obama “Lo mejor está por
venir” aparece como un hilo de esperanza al que nos conviene engancharnos
aunque, todavía, no seamos el Estado número cincuenta y uno de los United States.
Si Europa no nos acaba de creer y querer, si estamos
condenados a ser una segunda Grecia y ya que el cambio de política en Merkel y
Rajoy es impensable, busquemos el bálsamo a nuestros males al otro lado del
Atlántico. Los duelos con pan, son menos duelos y a nosotros ya nos está
faltando mucho pan y aun mucho más el confiar en algo.
Agarrémonos al optimismo post electoral de Obama,
porque poco hay a que cogerse aquí y ahora.
No sé porqué, acabo de acordarme de la señora
Pajin, de aquellas sus arrobados augurios de encuentros en la tercera fase,
entre su pigmalión, Rodríguez Zapatero, al que nunca estará suficientemente
agradecida, y el presidente de los EEUU. Recordando hasta donde llegó la señora
Pajín, su deslumbrante carrera, casi comprendes la caótica situación actual del
PSOE del que llegó a ser la número dos, y aun te asombras cuando piensas en qué
manos estuvo España, en qué cabezas pensantes se sentaban en el Consejo de
Ministros. Con aquellos mimbres se tejieron estos cestos.
Y es que si escarbas un poco en la memoria, o en
las viejas agendas, constatas en qué se perdía el tiempo en los años en los que
nos creíamos los más ricos del mundo, en qué inutilidades, iba a decir
gilipolleces, se nos escapó la energía, a los ciudadanos y a los que debían
administrarnos. Pocas cosas, incluidos los calendarios, resisten el paso del
tiempo.
En la Valencia de hace siete años se debatía sobre el calibre de los “árboles
del amor”. ¿Quién se acuerda de aquello? ¿Para que sirvió aquello? Hace solo
siete años.
Ahora, ni se debate sobre asuntos básicos.
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