“Alberto
Fabra, proclama que el PP es ahora el partido más honrado del panorama político”.
El
párrafo anterior no es un chiste, ni está sacado del Club de la Comedia, es un titular
de Las Provincias el pasado domingo 15, dos días después de haberse hecho
pública, la petición del fiscal de unas cuantas decenas de años de cárcel para
la anterior cúpula de los populares en la Comunidad Valenciana. Lo que no nos
decía el titular fue cuanto enfatizó Fabra en la palabra “ahora”, si subió el
tono de voz, si hizo un guiño cómplice al auditorio, si habló con su
habitual estilo monocorde plano y
cuantos segundos, o minutos, de enfervorizados aplausos recibió de los
presentes en el acto.
No
hay que tomárselo a mal, después de estar pasando lo que está pasando, no hay
que tomárselo a mal. Vamos a decir que está acumulando méritos para que de una
vez por todas, el dedo designador, tan lacerante como el que le cayó a Tomás
Gómez, le señale como candidato. Largo calvario el que está transitando Fabra,
Alberto.
En
ocasiones, pocas eso sí, hasta te pones en su sitio, y piensas la de veces que
este hombre, en estos días de pasión, debe de rumiar ¿Por qué me tengo que
comer el marrón, la mierda dicho en fino, que debería haber comido otro? ¿Por
qué me dí tanta prisa al aceptar ser el
sustituto?¿Por qué no me leí todo lo que se publicaba entonces sobre el
desmorone del castillo de naipes? ¿Me pudo la vanidad o la ambición? Si faltaba
algo ¿Qué líos hay con el Ecclestone?.
Y
es que estos son los guijarros del camino que lleva hasta las banderolas en las
farolas. Algunos de esos carteles colgados tan altos que hacen que los
candidatos pierdan, aun más, el sentido de la realidad.
Y
ahora, acabo de acordarme de otra frase de Fabra, en la reseña de LP, dedicada
a los que “han estado torpedeando” la Comunitat Valenciana. Tiene razón el aun
President del gobierno de los valencianos, pero también tiene que reconocer que
torpedos contra la imagen, la credibilidad, de la Comunidad se han lanzado a cientos,
desde las ensoñaciones de los fallidos megaproyectos que se plantaron en secano
y que nos han dejado tal como estamos. No quiero escribir ni “hazmerreír”, ni “desprestigio”,
porque también es mi tierra, y la tierra de los que fueron tachados de cenizos,
cuando alguna vez apuntaron que las mangas eran mucho más cortas que los brazos,
que los bolsillos no eran infinitos.
Hitchcock,
dirigió en los años treinta “El hombre que sabía demasiado”, le gustó mucho el
tema al director británico, dos décadas después realizó otra versión de la
misma película y repitió titulo.
Francisco
Camps no debió de ver ninguna de las dos versiones, era muy joven. En el
desempeño de su cargo publico en la Generalitat, no se enteró de nada, o eso
dice. Pero él solo, ya merece otra película, muy larga, para asombrados e
indignados.
Publicado en Las Provincias 18 Febrero 2015
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